Los que de adolescentes vivimos preocupados por la ecología, y nos envolvió el aura romántica de la protección de la naturaleza; no podemos menos que sorprendernos cuando vemos lo que está ocurriendo a comienzos del siglo XXI. El mensaje de buenos propósitos que los ecologistas no consiguieron hacer calar en la sociedad durante el siglo XX, ha sido asumido de un plumazo a comienzos de éste. Uno los detonantes ha sido el encarecimiento del precio de los combustibles, pero hay varios más. En España, por ejemplo, el sistema eléctrico está amenazado porque aún seguimos pagando un 30 % menos por la electricidad de lo que cuesta producirla. Debemos recordar que esto ha sido así independientemente de las primas al sector fotovoltaico y del incremento en el coste de los combustibles. La electricidad se vendía barata para estimular la economía, pero lo único que se ha conseguido ha sido mantener sistemas productivos ineficientes y cada vez menos competitivos.
Afortunadamente las cosas están cambiando con rapidez (ver por ejemplo "El boom de la eficiencia energética en Estados Unidos"), y a base de asustarnos por los recibos de la energía hemos visto que era imprescindible invertir en eficiencia energética. Pero sin duda la gran revolución aún no ha comenzado, y ello lo vamos a ir viendo en los próximos años. Además del coste de los combustibles, es necesario considerar las medidas que se están tomando para luchar contra el cambio climático, las cuales suponen la realización de inversiones a unos niveles no conocidos hasta el momento.
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Si bien todavía quedan escépticos, lo cierto es que la tierra se está calentando y los efectos en el clima serán realmente nocivos. En efecto, un cálculo sencillo nos permite averiguar que las ingentes cantidades de CO2 que se están arrojando cada día a la atmósfera no pueden provocar nada bueno. Tan sólo hay que multiplicar el CO2 que emite nuestro coche por el número de coches que hay en el mundo y por el número de horas promedio de utilización. No hace falta ser ningún experto, tan sólo saber que los coches más eficientes ya lanzan 100 gramos de CO2 por kilómetro recorrido para poder estimar lo que estamos vertiendo a la atmósfera. El cálculo se completa estimando el tiempo que el CO2 permanece en la atmósfera, y la capacidad de las moléculas de CO2 para impedir que los rayos del sol salgan al espacio tras reflejarse en la tierra. Son cálculos físicos muy sencillos con los que cualquiera que se lo proponga averiguará que estamos ante una bomba de relojería sin precedentes. La desaparición de gran parte de los glaciares y el derretimiento de los polos son muestras palpables de lo que está ocurriendo, pero más concluyentes son aún los cálculos termodinámicos.
Los gobiernos lo saben y tratan de hacer lo que pueden, con lentitud, pero en muchos casos con paso firme. Las previsiones indican que el mundo no dejará de consumir, pero si se han previsto profundas transformaciones que alterarán la forma de utilizar la energía. Un nuevo artículo de The Economist, Adapt or die, publicado el 13 de septiembre de 2008, se atreve a cuantificar las inversiones que están previstas para los próximos años.
¿Cuál es la actitud de Estados Unidos?
Estados Unidos, ha sido uno de los países que más ha renqueado a la hora de poner dinero sobre la mesa para luchar contra el cambio climático, y es muy probable que por ello las políticas emprendidas hasta ahora no han sido lo eficientes que se esperaba. Pero las cosas van empeorando, y cada vez es más difícil ignorar la realidad. En julio de este año, por fin, el Senado de Estados Unidos puso 20 millones de dólares sobre la mesa para luchar contra el cambio climático global. Es una tímida medida, pero al menos es el comienzo.
¿Qué nuevas evidencias se han encontrado?
Dos cosas han provocado este cambio de actitud en la administración Bush. Por una parte están las evidencias de que el calentamiento global se está produciendo bastante más rápido de lo esperado. Manish Bapna, del World Resources Institute, cree que ya es demasiado tarde para evitar las consecuencias, y ahora solamente queda aprender a adaptarnos. La segunda evidencia es que el cambio climático está golpeando con fuerza desproporcionada a dos grupos de personas específicos: Los más pobres, y sobre todo los pobres que viven en Islas. Nada menos que 1.000 millones de personas, que viven en cien países, están ya seriamente expuestos a las consecuencias del cambio climático. Todas estas personas, un 20 % de la población, son claramente conscientes de que han sido los países ricos los que han causado su desdicha, y ellos deben solucionarlo. En el Pacífico, hay ya muchas islas de orografía llana que están a punto de ser engullidas por el océano, y la desesperación de sus habitantes parece no haber calado aún lo suficientemente en occidente.
¿Qué impacto está teniendo el cambio climático en estas poblaciones?
El primer impacto serio que sobre la población ha tenido el cambio climático, ha ido también a parar hacia los más pobres, que han sentido con intensidad los efectos de la nueva situación. Enormes superficies agrícolas se cultivan aún en régimen de secano en tierras secas, muchas poblaciones viven de una pesca se subsistencia muy sensible al clima, y los bosques tropicales también dependen de la climatología local. Según un estudio realizado en la Universidad de Yale, se estima que los granjeros africanos están perdiendo 28 $/hectárea cada año como consecuencia de la disminución de las precipitaciones. La región más sensible es el Sahel, toda la franja que se sitúa al sur del desierto del Sahara, una amplia región donde pequeñas disminuciones en las precipitaciones pueden provocar terribles hambrunas. El Sahel incluye parte de Mauritania, Senegal, Malí, Norte de Guinea y Brukina Faso, Níger, Norte de Nigeria, Camerún, Chad y Sudán. Su clima es tórrido, y se caracteriza por la escasez de lluvias. Otro factor a tener en cuenta es que los países que están siendo más castigados por el cambio climático (los que ya experimentaban condiciones climáticas extremas), son también origen de los principales flujos de inmigrantes que están llegando a Europa. Es por tanto previsible, que si occidente está calentando el clima de estas regiones, los flujos migratorios se intensifiquen en el futuro. Las víctimas actuales del cambio climático se caracterizan por ser demasiado pobres como para defenderse a sí mismos mediante estrategias de control del agua y luchas contra las epidemias provocadas por el cambio climático, y salvo China y Brasil, su contribución al cambio climático es minúscula. Tomando las palabras de Kirk Smith, de la Universidad de California, los países pobres están pagando los efectos climáticos que provocan los países ricos.
¿Qué medidas están tomando los países ricos?
Los países ricos están creando nuevas tasas y están usando el dinero obtenido para luchar contra el cambio climático. Francia, por ejemplo, impone tasas que van de 1 a 40 euros por vuelo, y el dinero obtenido se emplea en programas de ayuda en África. En Europa, 1/5 del dinero que recauda la UE en sus programas de lucha contra el cambio climático van dirigidos a programas de lucha contra este fenómeno. En 2020 se espera la cifra alcance los 2.000 millones de dólares al año, y el dinero irá mayoritariamente dirigido a países en vías de desarrollo. La adaptación a las exigencias del cambio climático está comenzando a ser ya un buen negocio. Además, si bien las cifras actuales son aún limitadas, se espera que en los próximos años haya que invertir 10.000 millones de dólares al año en los países pobres para luchar contra el cambio climático, y estos fondos vendrán de los países ricos. Fondos importantes serán destinados en los próximos años al Caribe y a África, dos de las regiones más sensibles
Pero las estimaciones van más allá, las inversiones totales que deben realizarse para luchar contra el cambio climático están previstas en un rango que va de 10.000 a 86.000 millones de dólares al año. Un gran negocio, sin duda, para todos los que sepan orientar su actividad profesional o empresarial hacia este nuevo segmento de mercado.
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