Este es un blog de ingeniería y negocios, pero eso no quiere decir que seamos insensibles a los desajustes económicos que acontecen a escala global, y a la forma realmente dantesca que utilizan los países del norte para protegerse de los países del sur. Este es un blog que se escribe mayoritariamente en el norte, pero eso no quiere decir que no conozcamos los problemas del sur.
Los productores agrícolas españoles se manifiestan estos días para pedir medidas proteccionistas contra los productos que llegan de los países del sur; y no es que estemos en contra de los productores agrícolas españoles, pero seguro que a más de uno se le caería la cara de vergüenza si viese “in situ” como se cultiva en el sur, y los problemas que tienen los campesinos para algo tan simple como cultivar la tierra para comer.
El principal problema que sufren los campesinos de los países pobres es simplemente que no tienen posibilidades de financiación porque los tipos en monedas débiles son altísimos. Ello conlleva la aparición de un negocio que en Europa se consideraría pura usura, pero que en el sur es el sistema habitual en muchos territorios. Es el propio comprador quién financia los cultivos y quien ya posee la cosecha incluso antes de ser sembrada la semilla. Y lo peor no es eso, lo peor es que si no se consigue la cantidad de producto pactada en el acuerdo, el campesino queda endeudado con el inversor. En este contexto es en el que escribimos este artículo, con el objetivo también de alertar que la oferta que los campesinos tienen para obtener financiación es realmente pequeña, por lo que trabajar con productos agrícolas del sur supone que entremos en un nicho de mercado poco explorado. Pero si alguien está además interesado en trabajar con los países que realmente lo necesitan, seguro que se encuentran buenas opciones. Al respecto indicar que el Banco Mundial creó en mayo de 2008 un nuevo fondo de financiación de 1.200 millones de dólares dentro del programa —the Global Food Response Program (GFRP)— de asistencia a los países más necesitados. Los países beneficiarios (la verdad es que el Banco Mundial tampoco es que sea un santo ni mucho menos) son los siguientes.
GFRP distribuye fondos a Afganistán ($8 millones), Bangladesh ($130 millones)), Benin ($9 millones)), Burundi ($10 millones)), República Centroafricana ($7 millones), Djibouti ($5 millones), Etiopía ($275 millones), Guinea ($10 millones), Guinea-Bissau ($5 millones), Haití ($10 millones), Honduras ($10 millones), Kyrgyz ($10 millones), Laos ($3 millones), Liberia ($10 millones), Madagascar ($10 millones, $12 millones), Mali ($5 millones), Moldova ($7 millones), Mozambique ($20 millones), Nicaragua ($7 millones), Nepal ($36 millones), Níger ($7 millones), Filipinas ($200 millones), Ruanda ($10 millones), Sierra Leona ($7 millones), Somalia ($7 millones), Southern Sudan ($5 millones), Tajikistan ($9 millones), Togo ($7 millones), Yemen ($10 millones), and West Bank y Gaza ($5 millones).
El dinero del Banco Mundial se usa para alimentar a los grupos vulnerables y para ayudar semillas para la siguiente estación. Las barreras al comercio y los subsidios proteccionistas distorsionan severamente las posibilidades de supervivencia de todas estas regiones.
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