El sector de la construcción español vive una situación realmente dramática, y ello arrastra al resto de las actividades. Las empresas ven que las obras se acaban, y no hay actividades alternativas. La fiesta del ladrillo terminó, en infraestructuras para el ocio ya nadie invierte; y menos aún en oficinas o naves industriales a precios desorbitados. La promoción privada se paralizó por los altos precios que la especulación originó, y por la crisis financiera internacional, y tampoco podemos esperar inversores extranjeros. El gobierno intenta hacer lo único que sabe, potenciar la construcción, pero ello nos está haciendo alcanzar unos niveles de deuda pública que impedirá obtener más financiación del exterior, es decir, todo parece indicar a que nos dirigimos a una nueva crisis de liquidez, la de las "administraciones públicas".
Y para colmo de despropósitos, las inversiones públicas que se vienen acometiendo este año son para lo de siempre, para infraestructuras, que tampoco nos ayudarán a dar sostenibilidad a la economía. ¿Para qué sirve tanta infraestructura, si no hay actividad productiva que las utilice? Pero esto también va a cambiar rápidamente. La licitación de obra pública ha caído ya a la mitad, y probablemente se paralice paulatinamente. Los ayuntamientos y administraciones autonómicas están peor aún si cabe, empeñados como han estado estos años en construir obras faraónicas que ahora se ha visto no tienen utilidad alguna. A nadie parece habérsele pasado por la cabeza que la única sostenibilidad la dan las actividades productivas: Industria, pesca y agricultura. No hay más, el resto, los campos de golf, puertos deportivos, parques de ocio, y un sinfín de idioteces más; sólo se sostienen si realmente hay una actividad productiva que dé valor añadido a los productos primarios.
Si la producción cae, todo lo demás cae también. Y el problema está ahí precisamente, en que la poca actividad que va quedando es para colmo de baja productividad. Producimos cada vez menos, y lo poco que producimos lo hacemos más caro que nuestros competidores directos. Eso es lo que se desprende de las estadísticas de productividad de la OCDE, que muestran lo fría que está la productividad española.
Así que tendremos que resignarnos a que lleguen años realmente duros, años en los que no habrá posibilidad de aliviar el sufrimiento con inversiones públicas, años en los que sólo quedará pagar las deudas. Porque eso es lo único seguro, las deudas hay que pagarlas todas.
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