Además de especulando, también hay formas de invertir en alimentos y ayudar a aliviar la crisis global. Una posibilidad son los cultivos orgánicos locales "Community-supported agriculture" (CSA) es un modelo de producción, venta y distribución de alimentos cuyo objetivo es incrementar la calidad de la comida y el cuidado dado a la tierra, plantas y animales, a la vez que se reducen las pérdidas y riesgos para los productores. Una gran variedad de sistemas CSA se usan ahora en todo el mundo, permitiendo que los cultivadores y jardineros comerciales de pequeña escala tengan éxito creando un mercado a pequeña escala a la vez que proporcionan a sus socios repartos o cosechas regulares de productos saludables producidos localmente. En Estados Unidos, la USDA proporciona una lista de direcciones y websites CSA.
Pero estas nuevas iniciativas no dejan de ser testimoniales, pues el comercio global de los alimentos está en manos de las multinacionales, y existe el problema de la especulación de los mercados de futuros que presionan a la baja los precios del productor. Las reglas del libre mercado son excelentes para impulsar globalmente la economía, pero en el mercado libre no todos tienen las mismas condiciones de imponer condiciones, y en materia de alimentos los pequeños productores son una cáscara de nuez en medio del tumultuoso mar de los negocios globales.
El mercado de futuros fue curiosamente creado por los propios granjeros, y lo que intentaban era simplemente conseguir que al vender el producto su precio cubriese costes y retornase un beneficio razonable. La idea era buena a pequeña escala, pero no contaron con la capacidad para influir sobre los precios que tienen los grandes grupos económicos. El problema es muy grave en los países del sur, donde los granjeros se dejan la vida para sacar adelante sus cultivos y en muchas ocasiones ni siquiera cubren costes. Desde el norte creemos muchas veces que en el sur las cosas se mueven bajo los mismos parámetros que nosotros conocemos, pero realmente no es así.
Pongamos un ejemplo, la influencia de las monedas de los países pobres. Fuera de las monedas fueres como el dólar o el euro, las monedas débiles siempre están bajo presión. Nadie valora esas monedas y ello obliga a que los tipos de interés siempre estén altos. Las monedas débiles solo pueden mantenerse con tipos de interés de dos dígitos, y normalmente superiores al 20 %. Y estos tipos de interés, que son los que existen en la mayor parte de los países del sur son los que hacen rodar aquellas economías. El campesino se endeuda, y aunque lo hace tan solo para cubrir los costes de la cosecha en periodos de amortización de pocos meses (serían impensables plazos más dilatados), está muy expuesto a la volatilidad de los precios de los alimentos. Si no consigue pagar la deuda con la cosecha, acumula una carga de la que será muy difícil salir.
Una de las propuestas que se barajan es volver a la política de “farm parity pricing”, utilizada en Estados Unidos en otro periodo oscuro para los granjeros, los años 30. Esta política aseguraba que los precios que recibían los granjeros cubrían costes y se obtenía un beneficio razonable. Si los granjeros no podían conseguir el “parity Price”, el gobierno compraba las cosechas, las almacenaba, y las vendía más tarde. Con el impulso de la “globalización” décadas después, la “farm parity” fue sustituida por subsidios a la exportación, que favorecían la exportación sobre los mercados locales. Asimismo, las grandes corporaciones impulsaron los cultivos químicos sobre los cultivos sostenibles, y ello forzó a que miles de familias dejasen el negocio.
Bibliografía:
Palabras clave: Local organic farming, small-scale commercial farmers.
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