El pasado 13 de junio, The Economist publicó uno de sus “special report” sobre la zona euro, como siempre un magnífico retrato de la temática abordada.
Como suele ocurrir con todas las ideas innovadoras el nacimiento del euro despertó en sus inicios hilaridad y escepticismo. El euro se concibió para rivalizar con el dólar, y fue una evolución de las políticas de eliminación de barreras impulsadas por la unión europea. Pero pocos tomaban en serio la idea de una moneda única. Pero el caso es que el plan de unión monetaria fue aprobado por sorpresa en la ciudad holandesa de Maastrich. Hasta ahora el experimento funcionado bastante bien. El BCE ha cumplido su promesa de mantener el poder de compra, puesto que la inflación en la zona euro se ha mantenido en torno al 2%. Los miedos a que el euro fuese una moneda blanda se han probado infundados. Varios países incluyendo Montenegro y Kosovo, usan el euro como moneda propia sin pertenecer oficialmente a la zona euro.
Así el euro ha traído prosperidad aunque no unión política. Las economías más dinámicas con el euro fueron España, Grecia e Irlanda, que disfrutaron todas de un boom de consumo. Hasta que llegó la crisis actual nadie se preocupó de los desequilibrios internos en la zona euro. Alemania mantiene enormes excedentes por cuenta corriente mientras que los países mediterráneos conviven con enormes déficits. Nadie sabe cómo se resolverá este problema y siguen esta situación puede continuarse usando la misma moneda.
España en particular sufre los dolorosos efectos del colapso de una burbuja inmobiliaria de grandes proporciones, que ha llevado al colapso a la industria de la construcción y el desempleo a cotas desconocidas. La recuperación en España parece lejana. Los costes son altos aún en el país lo cual es duro para los únicos que pueden paliar los efectos de la crisis: el sector exportador. Las empresas españolas tienen escasa tradición exportadora por lo que esta actividad es difícil en un escenario de costes elevados. Encerrada en la moneda única España no puede demorar más volver a recuperar su competitividad perdida. Si no se recupera la competitividad España se enfrenta a una prolongada depresión. Entre 1997 y 2007 el boom inmobiliario disparo los costes y la inflación en España se mantuvo en el periodo como la más alta de la zona euro.
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