España se enfrenta a una recesión profunda, eso es ya un hecho que nadie niega. Cuando la mayoría de los países se encuentran ya atisbando la recuperación, y algunas de las economías más importantes (Japón, Alemania y Francia) están ya creciendo, nuestro país se prepara para afrontar un año 2010 bastante peor que el ya demoledor 2009. Las obras de la burbuja inmobiliaria están ya prácticamente acabadas, el estado ha agotado sus fondos de estímulo a la economía y las arcas públicas tienen que digerir una caída en la recaudación sin precedentes.
Pero lo peor de todo es que no se vislumbran mejoras ni siquiera a medio plazo, pues la sociedad española sufre un endeudamiento a largo plazo que provocó el timo del ladrillo y del que tardará decenios en recuperarse. El sector bancario, otra de las joyas de la economía española, se enfrenta a una devaluación a largo plazo de su principal activo, el inmobiliario, por lo que poca colaboración podrá esperarse durante varios años.
Pero lo peor de todo es que España sigue sin atajar el principal problema de su economía, que es su baja productividad. Los productos españoles son caros porque cuesta fabricarlos aquí más que en otros sitios, así que tampoco es factible una reorientación sistemática hacia la exportación.
Las medidas que habrá que tomar para solucionar esto son durísimas, y aún la población no está preparada para asumirlas, es por eso que nadie se atreve siquiera a mencionarlas. Pero lo cierto es que en España los salarios son muy elevados en relación con el rendimiento real del trabajador. Se han pagado sueldos desproporcionados por trabajos que no requerían cualificación alguna y eso ha hecho que las empresas no sean competitivas. Si exceptuamos algunos segmentos de mercado más tecnificados que sí pueden ser competitivos, los productos españoles no pueden colocarse en los mercados internacionales. Vivimos realmente en una burbuja donde se pretenden mantener unos loables derechos sociales sin que haya cimientos que sostengan esa capacidad de gasto, y eso hará sin duda que la crisis española sea larga.
Esta es nuestra opinión, que viene avalada por todos y cada uno de los indicadores económicos y de competitividad que venimos examinando. La situación es realmente deplorable. Sirva como ejemplo la siguiente gráfica, que muestra la evolución del crecimiento de la productividad en un buen número de países. Pues bien, en España la productividad no sólo no aumenta, sino que decrece. Países como Grecia, Irlanda o Portugal, que antes siempre quedaban por detrás de España en estos indicadores, ahora nos ganan por goleada. Y lo peor es que tenemos que competir con países como las Repúblicas Bálticas o Polonia, con crecimientos de la productividad anuales del entorno del 5 %.
Mi no ver gráfica.
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