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Indonesia no es un país fácil para hacer negocios, pero desde luego merece la pena prestar atención al crecimiento económico de este increíble país.
Hace diez años el país estuvo al borde de la desintegración como consecuencia de la violencia, piratería y migración en masa. Pero Indonesia es hoy en día la tercera democracia más grande del mundo y el cuarto país más poblado.
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Si bien todavía hay problemas enormes, las tensiones separatistas se han relajado pero aún es propensa a violencias étnicas y sectarias.
Más del 15 % de los 240 millones de personas de Indonesia son pobres. El desempleo es alto, en torno al 8 % (de risa comparado con el 20 % de España), pero la fuerza laboral está creciendo más rápido que ningún otro país excepto China e India. Le economía de Indonesia crece con fuerza y también lo hace la desigualdad, y todo ello en un escenario que sigue siendo de los más corruptos del mundo.
Motivos para el optimismo
Indonesia estaba arruinada hace una década, pero la economía estos días ha conseguido un firme crecimiento. La economía del país fue seriamente golpeada por la crisis de las economías asiáticas de 1997-1998, pero resistió sorprendentemente bien el hundimiento global de 2008-2009. El crecimiento económico se resintió menos que la mayoría de los países, con un alcance comparable al de China e India. El PIB de Indonesia cayó de un 6.1 % en 2008 al 4 % en 2009. Son crecimientos inferiores a los registrados por India y China ese año, pero resultan asombrosos porque Indonesia partía de un punto de inicio muy inferior.
En 1998, cuando Suharto perdió el poder, Indonesia sufrió una caía en el PIB del 13 % tan solo en ese año. El sistema financiero de Indonesia colapsó en 2008 y se cerraron 68 bancos en el país. La recapitalización del sistema bancario costó $88.000 millones en 1999, alrededor del 70 % del PIB. Muchos negocios se hundieron bajo el peso de la deuda externa y diez millones de personas cayeron por debajo del nivel de la pobreza.
Indonesia resistió bien la crisis financiera internacional porque su crecimiento depende en gran medida de la demanda interna y menos del comercio internacional. Otro de los logros de Indonesia ha sido su capacidad para reducir la deuda pública.
Por otra parte, las exportaciones representan tan solo el 25 % del PIB, comparado con el 100 % que representó en Malasia en 2008 y siguen estando dominadas por el petróleo, gas y, cada vez más, aceite de palma y carbón. La rupia cayó con fuerza y pasó de cotizarse desde 2.000 rupias por dólar a 17.000.
El secreto de este éxito se debió en gran medida a una política fiscal extremadamente restrictiva. El gobierno ha estado actuando recientemente con un déficit presupuestario del 1 % del PIB, bien por debajo del límite legalmente obligatorio del 3 %. Como respuesta a la crisis financiera internacional se permitió aumentar el déficit hasta el 2,5 %, un estímulo muy modesto en comparación con los grandes esfuerzos que tuvieron que hacer otros países.
Si bien los indicadores macroeconómicos son buenos en el país, aún quedan muchas cosas por mejorar. Como suele ocurrir en las dictaduras personalistas, el clan de los Suharto infectó los negocios en Indonesia y el problema aún continúa como un virus pandémico. Los intereses económicos de los Suharto se extendían por todos los sectores estratégicos: generación de energía, carreteras de peaje, electrónica, plásticos, madera, papel, una línea aérea, una compañía de taxis, construcción, pesca, transformación de alimentos, medios audiovisuales, bancos, plantaciones, sector inmobiliario, barcos, automoción y minería.
El sistema montado por los Suharto tenía también sus defensores.
Algunos de los viejos grupos sobreviven. Uno es el conglomerado Bakrie, que controla la cuarta parte de los intercambios en la bolsa de Jakarta. La capitalización de la compañía equivale al 20 % del PIB del país.
Los seis principales obstáculos con los que se encuentran quienes intentan hacer negocio en Indonesia son los siguientes: incertidumbre legal; confusión con la autonomía regional; problemas de tasas; tratos con las agencias de aduanas; legislación laboral inflexible; e infraestructuras. Las carreteras, aeropuertos y puertos de Indonesia son inadecuados. Otros problemas son la generación de energía, que siempre va detrás de la demanda; el abastecimiento de agua potable (sólo está disponible para el 18 % de la población) y sólo el 2,5 % están conectados al sistema de aguas residuales. Las inversiones totales en infraestructuras, incluyendo las del sector privado, se estima alcanzaron el 3,9 % del PIB en 2007. Como en tantos otros países emergentes el sector de generación está pasando serios apuros ya que el consumo ha estado creciendo un 6 % anual desde hace una década.
Bibliografía: A special report on Indonesia. The Economist September 12th 2009
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