El prestigioso semanario económico británico, “The Economist” dedicó hace unos días un artículo a las nuevas formas de obtener energía en los países pobres. Se trata de un tema que abordamos frecuentemente en TODOPRODUCTIVIDAD. En primer lugar porque estamos implicados precisamente en plena investigación y desarrollo de nuevos proyectos energéticos en países pobres; pero en segundo lugar porque honestamente consideramos vital divulgar las nuevas posibilidades de obtener energía que tantos millones de personas necesitan.
Nuestra experiencia de campo
No es momento de discutir en detalle por qué las nuevas formas de obtener energía están tan poco implantadas en los países pobres; pero sí de dar algunas pinceladas sobre nuestra experiencia personal.
El problema creemos que se debe sobre todo a carencias en ingeniería con capacidad para resolver los problemas de adaptación de tecnologías diseñadas para otros escenarios. Las necesidades son distintas y muchos equipos no fueron diseñados para trabajar en entornos a veces hostiles. También por parte de los usuarios hay un desconocimiento total de cómo usar las tecnologías que requieren y ello dificulta las instalaciones y sobre todo el servicio. Muchas instalaciones dejan de funcionar al poco tiempo, la mayoría de las veces por problemas triviales, y nadie sabe solucionar el problema. Hace poco tiempo un reputado fabricante español de aerogeneradores me dijo que había tenido que ir a Tanzania expresamente a apretar un borne de una batería. Nos lo creemos, eso y mucho más.
Aparte de este problema nos hemos encontrado también auténticas campañas destructivas contra las energías renovables, y la eficiencia energética mejor ni mencionarla. Los que realmente saben de energía en los países pobres poco interés tienen en divulgar las nuevas tendencias. Los motivos son claros, los países pobres tienen un esquema energético pensando en pocas infraestructuras de gran capacidad de producción, y todo tipo de servicios destinados a que el usuario tenga una dependencia. Y este esquema encarece notablemente la energía e impide que llegue a grandes segmentos de la población. Entre los dos principales motivos por los que no llega la energía a la población mencionaríamos las carencias en sistemas eficientes de distribución, desconocimiento de las posibilidades de la eficiencia energética y alta dispersión de una parte de la población. El crecimiento incontrolado de la periferia de las ciudades hace el resto, pues en estas zonas no es factible establecer un sistema de distribución convencional y en muchos países el robo de energía es un problema.
El punto de partida
Como consecuencia de todo lo anterior, 1.500 millones de personas (aproximadamente el 20 % de la población) vive actualmente sin acceso a la energía, o solamente dispone de energía intermitente o inestable. Este problema no queda relegado a los países pobres, sino que lo podemos encontrar sin excepción en todas las economías emergentes. El esquema convencional de generación de gran capacidad y grandes redes de distribución no es aplicable en países inmensos donde la densidad poblacional es baja, y también lo es el consumo unitario de los usuarios. Extender las redes de energía a esas áreas es costoso: Según Naciones Unidas se requieren unas inversiones de 35.000 – 40.000 millones de dólares al año hasta 2030 para conseguir que todo el planeta pueda cocinar, calentarse y tener una iluminación básica. Y pese a estas inversiones, en 2030 el 16 % de la población mundial seguirá sin conocer un interruptor en su vivienda. Harían falta colosales inversiones en tecnologías convencionales para proporcionar luz tan solo a 5 puntos porcentuales de los que quedan sin ver sus necesidades básicas satisfechas en energía eléctrica.
Los principales problemas son los elevados costes de llevar energía a las personas que aún carecen de ella y la falta de recursos económicos de una parte importante de esta población.
¿No existen otras soluciones?
Según el artículo de The Economist cambios recientes en la tecnología pueden proporcionar cambios en las previsiones actuales. Las dos tecnologías que más pueden cambiar la situación son la energía solar y la tecnología de diodos LED usados para iluminación. De ambas tecnologías hemos hablado con profusión en el blog, y más importante aún; de la caída continua en los precios de estas tecnologías. Se trata de energías más sostenibles, con poca incidencia en el cambio climático.
En el mundo rico hay tendencias hacia producir energía mediante sistemas más distribuidos y a partir de fuentes sustentables. En el mundo pobre, existe ahora la oportunidad de saltarse el modelo centralizado, y con el permiso de las grandes multinacionales del sector, pasar a un sistema más parecido a las redes de teléfonos móviles. Pero igual que el teléfono móvil ha necesitado de estrategias innovadoras como las tarjetas prepago para implantarse en todo el mundo.
Una de las tecnologías más interesantes es la que combina iluminación con LEDs y energía solar. La combinación entre energía solar y LEDs puede eliminar la iluminación con queroseno en diez años, y hacer un favor al medio ambiente. Las familias de países pobres pueden tener que emplear el 30 % de sus ingresos anuales en algo tan poco efectivo como el queroseno, que causa además problemas de contaminación interior. Actualmente hay ya sistemas de iluminación solar en formato básico que pueden costar tan poco como diez dólares.
Actualmente hay muchas ideas en marcha que pueden solucionar problemas energéticos en países pobres. Hemos hablado en muchos artículos del aprovechamiento de la biomasa, pero también hay otras más innovadoras. Por ejemplo, el uso de postes de bambú para dar energía a 600 familias utilizando un solo generador diesel.
Aún existen muchas restricciones al desarrollo de estas tecnologías en los países pobres. Etiopía, por ejemplo impone unos derechos de importación del 100 % a los productos de energía solar, y Malawi carga con un 47.5 % los sistemas de iluminación LED. Éste es un problema serio especialmente en África. El problema es que aún se consideran estas tecnologías como un producto de lujo y no se es consciente de los beneficios que pueden proporcionar.
Bibliografía: Power to the people. The Economist Technology Quaterly. September 4th 2010
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