A pesar de la existencia de un cierto sentimiento de que las condiciones de los mercados financieros se están relajando, varias noticias vienen llegando en las que se deduce la gravedad de la crisis de octubre. Hoy ha sido Cristobal Montoro quien afirmó que los bancos estuvieron al borde del colapso en octubre, y hace unos días nos llegó un argumento similar desde el Reino Unido. La destrucción de empleo que vive España, y también otros países como el Reino Unido o Estados Unidos, indican que las condiciones del mundo real continúan siendo graves. España, Reino Unido, Eurozona y Estados Unidos engordan ya la lista de los países que están en recesión. De hecho, pocos países escapan de la recesión en 2009 (ver "los países del mundo donde no hay crisis").
La cuestión que ahora todo el mundo se plantea es la duración de esta recesión, será una recesión dura y profunda al estilo de la gran depresión o de la crisis japonesa, o se trata por el contrario de una recesión corta en el tiempo como las vividas por las economías asiáticas a finales de los 90. Volvemos a hablar en este artículo nuevamente de la recesión, centrándonos sobre todo en las hipótesis sobre su duración.
En España en particular, hemos conocido hoy que 2.500 empresas presentaron suspensión de pagos en el año 2008. Estas empresas pertenecen mayoritariamente al sector de la construcción y actividades afines, pero la crisis de liquidez ha hecho también caer a otras empresas que estaban en medio de una inversión, o simplemente no han calculado bien el riesgo de los impagados. La eficiencia en la gestión empresarial se convierte en una estrategia vital para la supervivencia de la empresa.
Ante esta situación, los gobiernos están tomando medidas de emergencia, y dependiendo de su capacidad intentan que la economía no vaya hacia la catástrofe. Entre los mayores peligros que vemos actualmente, hay que destacar el aumento exponencial de los no cotizantes, que además reciben prestaciones por desempleo, un efecto conjunto que presumiblemente pondrá en serios apuros a las cuentas públicas.
La recesión se define como dos trimestres consecutivos de crecimiento de producto interior bruto real negativo. Sin embargo, estas definiciones pueden ser engañosas, pues habría que estudiar con más detalle cómo se realizan exactamente los cálculos del P.I.B., y cuál es la procedencia temporal de los datos. Las dudas vienen de lo desvelado por un estudio realizado en Estados Unidos por National Bureau for Economic Research (NBER), que recientemente ha confirmado que la economía de USA está en recesión desde 2007. La definición real puede estar sesgada. Según este estudio en Estados Unidos llevan en recesión el doble de tiempo de lo indicado oficialmente. En base a estos estudios, hay ya analistas defendiendo que estamos actualmente en una depresión. La percepción actual es sin embargo menos negativa que en los años treinta, pero solamente por un motivo, por el estado del bienestar. En los años treinta, la gente era despedida y comenzaban las hambrunas, actualmente tras el despido llega un largo periodo de protección para el trabajador en el que el estado continua velando por los más desfavorecidos.
Si bien la definición de recesión está más asumida, no hay un concepto tan claro de depresión. Ciertamente los episodios depresivos incluyen un elemento de tiempo. Una recesión típica en los últimos 150 años duró en promedio unos 18 meses, y la naturaleza de la misma es bastante cíclica; los estallidos siguen a los boom económicos, la prosperidad se transforma en inflación y la política monetaria, que ha sido acomodaticia durante el boom, se endurece agresivamente.
Pero las condiciones que operan actualmente no siguen el modelo típico de las pasadas décadas.
El colapso de los mercados financieros y de materias primas no se debió a una sobrevaloración temprana, ni se debió a una exuberancia de inversiones como ocurrió en 2000. Tampoco hubo una etapa de crecimiento prolongada, con sus consecuencias inflacionarias. Esta crisis es diferente, pues se debe al excesivo apalancamiento que se convirtió en déficit en un buen número de países del mundo. Ambas fuentes de tensión crearon una fuerza negativa que culminó en una espiral descendiente que originó la calamidad actual. La crisis tiene en sí sus orígenes en un prolongado periodo de prosperidad que ha durado dos décadas, pero a la inevitable reversión de todos los ciclos le añadimos también elementos estructurales. Ello implica que estamos ante una recesión no habitual.
Las recesiones típicamente se caracterizan por la absorción paulatina de los excesos de stock, para lo cual las políticas adecuadas pasan por estimular la demanda del sistema. Pero las depresiones van más allá, pues a la absorción de stocks se añade una compresión de los balances, un desapalancamiento agresivo, repago de deudas (incluyendo liquidación de activos) y una elevación sustancial de los ratios de ahorro de las personas. Los mercados financieros, a través de su respuesta a la crisis, reconocen está hecho. Los rendimientos de la deuda del tesoro norteamericano son próximos a cero. Esencialmente esto quiere decir que el mercado de bonos sabe que están teniendo lugar factores que van más allá de los puramente cíclicos. Las medidas de estímulo sin precedentes de los últimos dieciocho meses han tenido poca tracción aún en la economía. La actividad de la economía real queda deprimida, los niveles de desempleo se etán elevando y las condiciones de crédito siguen altas.
Los pasados seis meses se han caracterizado por una marcada intervención gubernamental. Era necesario para compensar la contracción de los balances del sector privado. La expansión agresiva del suministro de liquidez puede también tener como efecto el ir retrasando los problemas para más tarde, a la vez que debilita al estado. Si bien es prioritario asegurar que la economía no se paralice, hay que tener mucho cuidado para asegurar que ale economía no entre en una espiral inflación-deuda.
Debe tenerse en cuenta también que el enorme gasto en infraestructura que se está llevando a cabo solo tiene efectos a largo plazo y no tiene efecto multiplicador. Ya que ahora el riesgo más grave es la deflación, parece como si el suministro de dinero pudiese hacerse con impunidad. Pero si no se aplican medidas quirúrgicas rigurosas, el sistema financiero global puede desvencijarse. Aún queda por dilucidar como pueden beneficiarse monedas fuertes como el dólar y el euro de la búsqueda de los inversores de divisas más seguras.
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