Aún no hemos entrado en deflación, esa nueva situación de la economía de la que nadie había oído hablar, pero con la que cada vez es más evidente tendremos que aprender a convivir. Hablaremos mucho en el futuro de estrategias ante la deflación, no nos queda otra; y también trataremos de obtener la información más actualizada del panorama económico global. En este artículo estudiamos los mecanismos y cambios en los procesos que hacen que una economía entre en deflación, una información útil cuando surge la necesidad de tomar decisiones empresariales relevantes.
El panorama actual
Los últimos cuatro meses hemos asistido a un deterioro de la economía realmente veloz. Los países ricos han caminado con piso firme hacia la recesión, el miedo se ha extendido como consecuencia de la disminución del gasto por los consumidores norteamericanos. Ya conocemos los esfuerzos de los gobiernos por estabilizar el sistema financiero internacional, que en los últimos días ha tenido continuidad en los esfuerzos que el Tesoro y el Gobierno Federal han realizado el 12 de noviembre para salvar la industria automovilística de Estados Unidos. Pero lo que pocos comprenden aún es que siendo la inflación uno de los principales problemas macroeconómicos a los que nos enfrentábamos hasta hace escasamente dos meses, ahora surja un escenario internacional que sea justamente el contrario: Cada vez parece más probable que el próximo año los precios sean más bajos que los actuales. Lo cierto es que ya lo estamos notando, no sólo por la caída del precio del petróleo y las materias primas, sino también por la respuesta que el sector del comercio está teniendo que dar para hacer frente a la caída de la demanda. Los políticos no hablan de ello, siguen pensando que es mejor continuar lanzando mensajes positivos, pero lo cierto es que su estrategia está claramente encaminada a tratar de evitar por todos los medios una situación tan terrible como la acaecida en los años treinta.
¿Qué proceso nos está llevando hacia la deflación?
La población aún no ha cambiado su chip, y no es consciente de lo que está ocurriendo. De hecho, en fechas tan recientes como el mes de julio, América sufría una inflación del 5,1 %, el valor más alto desde 1991. En Gran Bretaña, en Septiembre los precios golpeaban la tasa del 5,2 %, muy por encima del objetivo gubernamental del 2 %. Pero si estudiamos en detalle a que se debían tan altos precios, nos daremos cuenta que la causa no era otra que la inercia de los altos precios de las materias primas a principios de año. En efecto, si el mineral de hierro está caro en origen, su precio se traducirá al consumidor final al cabo de unos meses, cuando haya ido pasando por toda la cadena de valor del producto. De hecho, si excluíamos alimentos y costes energéticos, los precios eran mucho más estables. Pero la disminución del consumo en Estados Unidos, hizo saltar por los aires la burbuja de las materias primas, como efecto del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2006, y la burbuja financiera en 2007. El verano de 2008, será recordado por la intensificación de la crisis de liquidez, pero sobre todo por el estallido de la burbuja de las materias primas. Las economías emergentes, que basaron su crecimiento en los precios de las materias primas, se fueron de vacaciones con un petróleo rondando los 150 dólares, y el resto de las materias primas también en máximos. Y la burbuja de las materias primas ha explosionado de forma mucho más intensa que las otras dos, así que los países productores afrontan las navidades con una pérdida del valor de sus recursos de aproximadamente un 50-60 %. The Economist´s index de precios de materias primas excepto el petróleo ha caído un 40 %. Si pensamos en cómo repercuten los precios de las materias primas en los productos terminados, nos daremos cuenta que irrefutablemente los precios al menor entrarán en negativo en 2009.
Recesión y deflación
Parece claro que el camino hacia la deflación lo ha marcado el estallido de la burbuja de las materias primas, que a la vez ha sido un fenómeno inducido por las burbujas anteriores, tanto por la inmobiliaria como por la financiera. Pero independientemente de ello, otro impulso estimula también la entrada en deflación, y es la propia recesión en sí. Esto lo estamos viendo diariamente, y se entiende fácilmente. Las economías occidentales pasan en un breve intervalo de tiempo de un sólido crecimiento a una situación de recesión económica, y el primer efecto es la caída de la demanda global de todo tipo de productos. Y cuando cae la demanda, la primera estrategia que considera cualquiera que suministre productos o preste servicios es la disminución del precio de los mismos. Al entrar en recesión, el efecto evidente sobre la economía es que las estructuras empresariales quedan sobredimensionadas, ya no hay demanda suficiente para las estructuras productivas actuales, y consecuentemente nos enfrentamos a un escenario en el que la competencia se intensifica. Los empresarios “reales”, aquellos que crean estructuras productivas, deben saber que su principal estrategia para los años venideros debe ser la de prepararse para enfrentarse a un mercado mucho más competitivo de lo conocido hasta ahora.
Volviendo a los efectos de la recesión en la inflación, podemos citar por ejemplo el caso de China, donde la subida de los precios ha pasado de un 8,7 % en febrero a un 4 % en octubre. En el mundo desarrollado, la deflación puede llegar antes a América que a Europa, y el motivo es que los consumidores pagan combustibles con menos tasas, por lo que la caída del precio del petróleo tendrá un impacto más directo en la disminución del coste de los combustibles. Otro de los motivos es que la dependencia de los combustibles es mayor en América que en Europa, por lo que la bajada de los precios tiene un impacto mayor. Por último, la tendencia del dólar puede tener también sus efectos. En efecto, si el dólar no sigue cayendo, o se fortalece, la presión de la deflación será más intensa en América.
Tipos de interés
Jean-Claude Trichet, el presidente del Banco Central Europeo, ha ejecutado por fin medidas de bajadas de tipos, recortando medio punto el 6 de noviembre, y aún tiene cierto margen pues la inflación aún está por encima del objetivo del 2 %.
¿Qué puede ocurrir en los próximos meses?
El problema surge cuando la inflación cae con mucha rapidez, como está ocurriendo tras el estallido de las burbujas especulativas engordadas desde principios de la década. Ya lo hemos dicho en varias ocasiones, si la inflación cae con mucha rapidez, el peso de la deuda aumenta en todos los casos, y aparece una tendencia con la que pocos contaban. Muchos piensan que mientras bajen los tipos, la deuda será llevadera, y si entramos en deflación será más llevadera aún porque habrá más margen para pagarla mensualmente. Pero las cosas no ocurren así. Si los precios bajan, en todo aquel que tiene deudas se genera una sensación de ansiedad, porque ven que la deuda es cada vez más cara, y la respuesta es intentar por todos los medios conseguir que la deuda disminuya. La gente ve que pese a la bajada de los precios, siguen sin poder comprar, porque su economía está lastrada por el peso de la deuda, y la reacción es intentar eliminar la deuda a toda costa. Las personas endeudadas ven que su hueco respecto a los que no tienen deudas, a los que tienen liquidez, va aumentando conforme la deflación se agudiza.
En esta situación, aparece un nuevo fenómeno, la deflación-deuda. Este nuevo esquema, fue descrito por el economista americano Irving Fisher en 1933, y básicamente consiste en que en este nuevo escenario, empresas y consumidores endeudados tienen la tendencia a repagar las deudas con la mayor rapidez posible. Ahora la deuda se ve como un lastre, los intereses reales son cada vez más elevados, y es necesario eliminarla o disminuirla a toda costa. En este escenario, los bancos, por ejemplo, intentan disminuir su deuda y ello hace que las restricciones al crédito aumenten. Esto ha sido ya detectado por la Reserva Federal y el BCE, que han visto como en octubre los bancos están siendo aún más rígidos en sus criterios para financiar a las empresas y los consumidores. Hasta tal punto es grande la preocupación ante estas nuevas restricciones en los créditos, que el organismo regulador norteamericano está incluso revisando las políticas de dividendos de los bancos. Los bancos saben que en deflación, sus deudas aumentan, y en la sombra están tomando medidas para reducir sus deudas, lo cual perjudica severamente el funcionamiento de la economía.
Pero no sólo son los bancos quienes toman medidas ante la deflación-deuda, sino que empresas y consumidores perciben que no es el momento de pedir créditos y ello hace que el consumo se hunda. Esta tendencia ha sido la responsable de la situación en Alemania, que ha visto cómo en septiembre las órdenes de mercancías desde el exterior se han desplomado un 14 %, claro indicio de que las empresas están recortando sus inversiones en todo el mundo. Otro de los sectores que ha sido severamente afectado es el de los fabricantes de automóviles. Las ventas de automóviles en América y Europa están cayendo a plomo, provocando una situación impensable hace pocos meses. Las ventas de vehículos caen a un ritmo de dos dígitos, y esta tendencia cercena las cuentas de resultados de las empresas más endeudadas. La espiral deflacionaria se pone en marcha, y si los consumidores no responden a las intensas bajadas de los tipos de interés, los fabricantes de vehículos no tienen otra opción que la de anunciar en breve intensos descuentos por la adquisición de vehículos.
Las previsiones apuntan a que la inflación puede aproximarse a cero en la zona euro en los próximos meses, y en esa situación la respuesta del BCE no puede ser otra que hacer caer los tipos oficiales a niveles próximos a cero…
Bibliografía: Depressing times. The economist November 15th 2008
Palabras clave: Debt-deflaction
1 comentarios:
Parece que vamos acercándonos a la deflación.
http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/920166/12/08/El-Santander-advierte-a-las-autoridades-contra-una-espiral-deflacionista-en-la-Eurozona.html
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