Esta guerra contra la recesión no se parece a las guerras modernas, destructoras pero breves. Ésta parece ser una guerra de trincheras, o incluso un asedio. El desplome del sector inmobiliario en un buen número de países ha provocado una contracción global en el crédito. La contracción en el crédito se ha producido en muchos países, entre ellos España, pero lo cierto es que las magnitudes de Estados Unidos hacen parecer que estamos ante un problema externo. Esto no es cierto. La globalización ha hecho que la crisis financiera se extienda de país en país, con particularidades muy diferentes entre los distintos países.
Pero las medidas para solucionar la crisis han sido hasta ahora bastante similares. Básicamente lo que se ha hecho ha sido inyectar cantidades astronómicas de dinero al sistema a base de aumentar la deuda pública. El salvamento de la economía se ha intentado hacer a base de paquetes y paquetes de ayuda, pero pasa el tiempo y el panorama no parece despejarse en el horizonte. Más aún, el agotamiento de las medidas públicas parece ya más que evidente. Más de uno piensa ya que las administraciones públicas pueden tener pronto problemas para satisfacer sus pagos. No muchos lo recuerdan, pero esto ya ocurrió en los años 70, cuando colas inmensas se formaban en las oficinas de empleo intentando cobrar unas prestaciones que se habían agotado. Ayer mismo, la polémica Esperanza Aguirre defendió sin tapujo alguno algo de lo que pocos se hubiesen atrevido a hablar. En el "parcial" programa de Intereconomía, el "Gato al agua", se atrevió a defender sin tapujos la congelación salarial de los funcionarios. Hoy, el Banco de España pide ya directamente eliminar en España la "Indemnización por despido" (ya hablábamos de esta cuestión hace unos días. Ver "Nosotros si defendemos el despido libre").
Todas las medidas han fallado hasta ahora. ¿Por qué? Pues porque son medidas paliativas, y ninguna va dirigida a crear nuevamente tejido productivo que sustituya al que se va destruyendo. Ayer miércoles, el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Tim Geithner indicó cuáles serían los próximos frentes de batalla: Conseguir la creación de puestos de trabajo mediante inversión privada, y conseguir que fluya nuevamente el crédito. Para ello, el gobierno Obama va a inyectar cantidades que superan el trillón de dólares (unidades imperiales) en las principales firmas financieras de América, y para ello va a comprar los préstamos de baja calidad – préstamos que no pueden cobrarse), y tratar de impulsar de esta forma el aletargado crédito privado.
La idea es buena, pero el problema viene de otro sitio. El plan global de la administración Obama superará los 2,3 trillones (unidades imperiales), dinero que debe extraerse de unas arcas ocupadas ya solamente por telarañas. Y ahí es donde están empezando a fallar las medidas que los diferentes gobiernos están impulsando, y es que se anuncian a bombo y platillo medidas paliativas con un dinero que no se tiene. Es decir, todas estas medidas están supeditadas a la obtención de unos recursos en unas condiciones previstas, que cada vez son más difíciles de obtener.
Que se lo digan al gobierno español, que ve impotente cómo la deuda soberana de España, donde recaen en el fondo el pago de todas estas ayudas, ha entrado también en la U.V.I. Standard & Poor's Ratings Services señaló el lunes que ha situado la calificación crediticia de la deuda soberana a largo plazo tanto en divisa como moneda local del Reino de España de 'AAA' en lista de vigilancia con implicación negativa. La entrada en esta lista señala un posible pero no inevitable cambio de la calificación en el corto plazo. S&P confirmó la calificación 'A-1+' para la deuda a corto plazo se reiteró. Y ahí está el problema, en que los gobiernos más apurados están tomando como medidas una simple refinanciación de los problemas existentes. Nadie se plantea que la única solución es agilizar el pago de los créditos y que los activos inmobiliarios vuelvan a ser tasados en el valor del que nunca debieron despegar. La única forma de revitalizar las inversiones es convencer al que va a invertir que puede ganar dinero, y a nadie en su sano juicio se le va a ocurrir invertir cuando a todas luces los activos se están depreciando. Estamos inmersos en un episodio deflacionista que nadie ha conocido nunca, por lo que para poder saber cómo actuar debemos remontarnos a la Gran Depresión, y a las teorías sobre inflación-deuda del gran economista norteamericano Irving Fisher (ver "Más consejos ante la deflación, y la aparición de la deflación-deuda").
El plan Obama adolece de indefiniciones, pues no ha sido posible explicar realmente los detalles, y en el fondo es que es difícil nuevamente explicar que los mayores esfuerzos de las generaciones del futuro van a estar dirigidos a pagar la deuda adquirida por la adquisición de activos tóxicos. Las deudas de los padres van a ser pagadas por los hijos en el futuro, y para colmo volvemos otra vez a lo mismo, volvemos a empezar nuevamente con las medidas de auxilio y realmente no se hace nada para construir el futuro.
Los que van a pagar estos planes a través de tasas e impuestos, disminuciones salariales y recortes de derechos adquiridos, no pueden menos que ser escépticos. La única forma de evitar el colapso de la economía mundial parece ser que el estado dedique enormes sumas a tapar los agujeros del pasado, y esas sumas deben ser pagadas por todos los contribuyentes.
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