Un buen conocedor del sector agrícola del sur de España contaba recientemente una anécdota totalmente real. Se refería a una de las cooperativas del “núcleo duro” en la producción de arroz de Andalucía. A comienzos de verano de 2008, los precios estaban altos, los bolsillos llenos por las excelentes ventas, y los silos más llenos aún pero de “pepitas de oro”. La cosecha recién colectada había sido ese año muy buena y ya muchos se atrevían a acercarse a los concesionarios de vehículos de gama alta. Los cereales rompían los records de precios semana tan semana, y los tiempos de penuria de años pasados en los que el producto no valía nada parecían definitivamente olvidados.
El mundo padecía una gran crisis de producción de alimentos, y nadie imaginaba siquiera que la situación cambiase de ritmo. En aquellos cálidos días de comienzos del verano el arroz se estaba racionando incluso en la próspera Inglaterra (ver “La crisis del arroz”), y en medio mundo las manifestaciones se sucedían cuando la población hambrienta salía a las calles. Pero los cooperativistas no eran una ONG, así que simplemente velaron por sus intereses particulares. Aquel típico listo de todos los grupos tuvo una idea brillante, mantener el producto en los silos durante algunos meses más, y probablemente además del Audi podría caer un pequeño velero. Al contrario de lo que ocurre normalmente en las cooperativas, en esta ocasión fue bien sencillo convencer a todo el mundo. Toneladas y toneladas de arroz quedaron en los silos.
Pero claro, aquella gente no contó con el nerviosismo de tantos otros que también tenían los silos llenos en otras partes del mundo y habían llegado a conclusiones similares. Es más, ya que los pobres no podían comprar arroz, los silos se habían ido llenando casi sin darse cuenta en muchas partes del mundo. Pero ese stocaje no se vio como un problema, sino más bien como una dicha. Los primeros que empezaron a vender, los más atentos a los mercados internacionales, se dieron cuenta que el precio caía rápido y se deshicieron de todo lo que tenían, y ello agudizó las bajadas. Aquí tampoco hubo aterrizaje suave (no sabemos a quién se le ocurrió tal tontería), pues los aterrizajes suaves no existen. El precio se desplomó a lo largo del verano y cuando a la llegada de la playa los cooperativistas de la marisma intentaron vender el grano, clamaron al cielo cuando se dieron cuenta que sólo obtendrían la mitad de lo que ya consideraban suyo. Muchos incluso ya habían incluso comprado los audis y quizá alguno el barquito.
La crisis de los alimentos de los años 2007-2008 tuvo varias causas, ya hemos hablado de ello muchas veces, pero profundicemos en esta ocasión en las puramente especulativas. Hemos hablado otras veces del incremento de la demanda de alimentos, del cambio en la ecuación como consecuencia de la introducción de los biocombustibles, del cambio climático, de los precios del petróleo – pero también hay evidencias de que la crisis empeoró por el malfuncionamiento de los mercados de grano mundiales.
El miedo a los tumultos de la población provocados por la población hambrienta fueron el estímulo que necesitaban los gobiernos para empezar a aplicar medidas proteccionistas. Docenas de países se pusieron nerviosos e impusieron restricciones a las exportaciones de grano, pero eso lo único que consiguió fue que los precios subiesen aún más y la gente de sus propios países protestase aún más. Otro número de países iniciaron medidas de control de las ventas minoristas, pero lo único que consiguieron fue que el que antes se llevaba 1 kg de arroz ahora echase en el coche los 30 kg máximos que se permitían por persona, y obviamente los precios siguieron subiendo aún más. Se crearon también perversos incentivos a la producción, pero ello no hizo más que estimular aún más la especulación. Ahora ya no se trataba de producir y vender, sino de producir para sacar lo máximo posible siguiendo los incentivos y ello también frenaba las ventas. El programa World Food Programme empezó a tener problemas para conseguir bastante grano con el que satisfacer sus programas humanitarios. Los países en vías de desarrollo, pensando que las cosas podrían agravarse empezaron urgentemente a reconstruir sus stocks nacionales y reexaminar las políticas de autosuficiencia para garantizar la seguridad de alimentos.
Esta reacción en cadena comenzó a crear bucles de retroalimentación con los precios de los alimentos que hicieron aumentar los precios y aún más la volatilidad, con consecuencias adversas para los pobres y para los incentivos a largo plazo en la producción agrícola. Entre mayo de 2007 y mayo de 2008, el volumen de options y futuros de granos en el comercio mundial se elevó sustancialmente.
Pero como ocurre con todas las burbujas, esta burbuja también hizo puff (ver “Cosas que provocan que las burbujas hagan “puff””).
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