En un buen número de artículos hemos analizado economías emergentes, y en particular la economía rusa. Comenzamos a hablar del boom de Rusia en marzo de 2008 (ver El boom de la economía rusa) y abordamos el crecimiento de los países bric en agosto (ver “Como el dinero barato originó la guerra de Georgia”). La economía del país creció hasta la estratosfera como consecuencia del incremento en el precio de las materias primas. Consuma crecía y crecía a un promedio del 7 % anual y sus reservas alcanzaban en aquella fecha los 144.000 millones de euros por excedentes de ingresos de gas y petróleo. El suministro de petróleo desde Rusia se convirtió en un elemento vital para el crecimiento de Occidente, y Rusia planificó todas sus estrategias de crecimiento con un petróleo a buen precio.
En mayo, la inflación se había convertido en la principal amenaza para la economía global, y las economías emergentes, que no supieron reaccionar a tiempo, se encontraban en julio inmersas en un incremento galopante en la inflación (ver “La inflación en las economías emergentes crece a un ritmo no visto en los últimos 25 años”). Pero con el petróleo a 147 el gobierno ruso pensó que podrían resistir tan desbocada inflación. Tras la crisis de octubre, el gobierno se vio obligado a inyectar liquidez que apuntalase el sector industrial (ver “Análisis detallado de economías emergentes ante el credit crunch”. En noviembre los datos de crecimiento de la economía rusa apuntaban aún a un crecimiento del 7 % en 2008 y un 3,7 % en 2009 (ver “Un breve análisis de los últimos indicadores económicos globales”).
Pero a comienzos de diciembre, como consecuencia de la crisis económica el euro cogía fuerza como valor refugio (ver “La nueva tendencia, el euro fuerte”), y ya aparecían problemas en el horizonte si las monedas débiles no conseguían resistir. En enero, la recesión se extendía ya con fuerza por todas las economías emergentes (ver “La recesión se extiende a las economías emergentes”), y como vimos hace unos días, el desplome de las monedas débiles estaba amenazando seriamente a los países de Europa del Este y Rusia (ver “posible insolvencia del sistema financiero global y el estallido de las nuevas burbujas”).
Analicemos qué está pasando, porque podemos estar ante una nueva fase del ciclo, que afectaría a muchas economías emergentes. El panorama actual en Rusia (según Stalled factories and fireside chats, en The Economist February 21st 2009) es de una espiral de desempleo, derrumbamiento de la producción industrial, inflación galopante, deslizamiento del rublo y grietas en el presupuesto. El ruso de la calle, igual que el español de a pie, mira atónito alrededor, y se pregunta: ¿Qué está pasando?. El optimismo que da una situación desahogada hace siempre pensar que todo es cuestión de tiempo, que es cuestión de aguantar sin hacer nada, y pronto volverá el crecimiento. Pero probablemente no ocurra así.
Cuando Rusia vio como su economía estornudaba en otoño pasado, lo primero que hizo fue mirar hacia Estados Unidos, y lanzar pestes sobre la infección que había soltado por el mundo. Y no les faltaba razón, pero los problemas eran más profundos. Conforme caía el precio del petróleo rompiendo barreras que nadie hubiese imaginado, a Rusia le faltó lo que a tantos otros, le falto flexibilidad y capacidad de reacción ante las vicisitudes, y los rusos vieron como cientos de miles de trabajadores engrosaban las filas del desempleo. Las cifras macroeconómicas de las economías menos eficientes, no suelen traducir rápidamente tan bruscos cambios en sus indicadores, y lo más que se admitía para este año era un crecimiento cero. Pero el Ministro de Economía, admite ya que la economía puede caer este año un 2,2 %, porque la inversión en 2009 caerá un 14 %. Y esto es muy duro si se está acostumbrado a un crecimiento del 8 %. Pero dependiendo del precio del petróleo, la economía rusa puede caer este año un 5 o incluso un 10 %, y los datos más dinámicos lo están ya mostrando. Los principales índices de valores han caído casi un 80 % desde su pico el año pasado, y el rublo ha perdido ya un 30 % de su valor respecto al dólar. Pero lo peor no es eso, lo peor es que el precio de la comida, que mayoritariamente es importada, ha seguido subiendo.
La caída del precio del petróleo no deja de causar problemas en Rusia, pues el país se enfrenta este año a un déficit presupuestario del 8 %. Pese a ello, el país no puede desatender muchos de sus compromisos. Por ejemplo, pese a las estrecheces, el kremlin tiene que seguir prestando dólares a Kyrgyzstan y Bielorrusia, para seguir extendiendo sus intereses geopolíticos. El kremlin ha tenido también que gastar más de 200.000 millones de dólares en sus reservas para frenar en la medida de lo posible la devaluación del rublo y evitar el pánico. Todavía le quedan 380.000 millones de dólares, las terceras reservas más grandes del mundo, lo que ha impulsado un gran debate sobre la forma mejor de usarlas.
El desempleo se ha elevado al 7,7 % (cifras muy alejadas aún de las españolas, por cierto), hay más de 500.000 rusos a la espera de cobrar sus salarios, y la inflación está ya al 13 %, por lo que los salarios pierden valor antes de cobrarlos. Los últimos datos de la industria son de los más pesimistas, pues en enero la producción industrial ha caído un 16 %.
Bibliografía: Stalled factories and fireside chats. The Economist February 21st 2009
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