La prensa internacional aborda estos días con profusión de datos la influencia que la inflación está teniendo en la economía internacional. Interacciones entre las variables macroeconómicas deparan incertidumbre de lo que va a ocurrir, y la sombra de los tristes años de la Europa de los 70 comienza a cernirse sobre un cada vez mayor número de países. Las economías emergentes, como Rusia, México o China, andan envueltas en el halo del éxito que parece nunca va agotarse, y ello nos recuerda a los promotores españoles hace tan solo un año. Algunos países como Norteamérica y el Reino Unido, ya están descontando la recesión, y preparan a su población para la supervivencia en tiempos difíciles. Otros como España siguen aún empecinados en suavizar la situación, y otros, como la mayoría de las economías emergentes siguen aún sin tomar medidas.
Los analistas de “The Economist”, ven un preocupante paralelismo entre la situación actual y la vivida en la Europa de los años 70, con dos diferencias fundamentales. Por una parte, los Bancos Centrales de los países ricos tienen ahora más miedo a la inflación del que tenían en los 70; y por otra, el fenómeno del empuje de las economías emergentes es nuevo en el escenario mundial, y crea no pocas incertidumbres sobre su efecto. Las economías emergentes han basado su crecimiento, entre otras cosas, en que su inflación estaba controlada hasta hace muy poco tiempo, y ello le permitía exportar a bajo coste. Cierto es que no es lo mismo la exportación de materias primas, según el modelo ruso o latinoamericano; a la exportación de productos manufacturados o tecnológicos que llega desde China o la India. Lo cierto es que China ha pasado en un año de tener una inflación del 3 % a un último dato del 8,5 %, y ello no va a dejar de pagar factura, ya que su éxito se debe fundamentalmente al control de la inflación que facilita competir con los productos europeos. El caso de Rusia es más preocupante aún, puesto que ha saltado de una inflación del 8 % al 14 %, y los salarios están en plena espiral inflación-salario, habiendo crecido este año nada menos que un 30 %. Cierto es que el modelo de Rusia es diferente, ya que al basar su crecimiento no perderán competitividad, pero inyectarán ingentes cantidades de inflación en los precios de las materias primas, que redundará en asfixiar un buen número de segmentos económicos de los países desarrollados y deficitarios en materias primas.
La inflación en Latinoamérica aún está baja si la comparamos con tiempos pasados, pero el aumento es importante, y lo que es peor, nada positiva en economías en plena expansión. En Brasil ha crecido del 3 al 5 % en solo un año, en Chile ha saltado del 2,5 % al 8,3 %, y la situación más alarmante la padece Venezuela, donde la inflación ha subido al 29,3 %. En Argentina la situación también es preocupante, con unos datos oficiales poco creíbles que apuntan un 8,9 %. Morgan Stanley estima que la verdadera cifra de Argentina sería un 23 %. En muchos países emergentes las cifras oficiales camuflan la inflación real. Uno de los motivos son los controles de precios del gobierno y los subsidios, pero también datos estadísticos insuficientes. Es el caso por ejemplo de China, donde la inflación podría ser más alta debido a que las cifras oficiales no recogen adecuadamente los servicios privados. Con una medición correcta, dos tercios de la población mundial estaría soportando inflación de dos dígitos.
Los principales motivos de la inflación son los costes energéticos, y de los alimentos. El peso de los alimentos en la inflación es muy grande en las economías emergentes (p. ej. India o China) y ello conlleva que el incremento del precio de los alimentos tenga un gran peso en el conjunto de la inflación.
La medida más eficaz, pese a su impopularidad, de luchar contra la inflación, es incrementar los tipos de interés. Sin embargo, no muchas economías emergentes están actuando en esta línea (Sudáfrica, Brasil, Indonesia, etc.), por lo que ante la creciente inflación, muchas economías se encuentran ante la peligrosa situación de tipos reales negativos. Los tipos reales negativos, que tiene lugar cuando la inflación es superior a los tipos oficiales, genera una situación muy peligrosa, ya que al ser “rentable” pedir créditos, las presiones sobre la inflación aumentan aún más. Es una espiral ya conocida que resulta difícil frenar. Entre las principales economías emergentes, solamente Brasil, México y Corea del Sur, mantienen aún tipos reales positivos, lo cual nos da una idea de la magnitud del problema. En momentos de gran crecimiento económico, para colmo los tipos reales son negativos. Es una situación vivida muchas veces en la historia, y siempre tiene el mismo desenlace. Los gestores de las economías emergentes argumentan que ya que la inflación se debe sobre todo al componente de la alimentación, difícil de recortar, la subida de tipos tendría pocos efectos positivos.
Para la mayoría de los economistas occidentales, la situación es simple y se resolvería fácilmente: Las economías emergentes deben permitir una mayor flexibilidad en sus monedas. La vinculación al dólar de muchas de estas monedas está siendo un lastre, porque impide subir los tipos de interés. De esta forma se podrían subir los tipos y disminuiría la inflación. Pero esto no es tan evidente, porque si se aumentan los tipos en estas economías podrían aumentar las inyecciones de liquidez extranjeras y aumentaría la inflación.
Bibliografía:
- Why there´s a 95 chance of a recession. Moneyweek
- Inflation´s back. The Economist May 24th 2008.
- An old enemy rears its head. The Economist May 24th 2008.
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