Desde principios de año, las empresas españolas están viviendo una situación inédita, e inimaginable hace tan solo un año: Empresas solventes, poco tocadas por la crisis, en pleno crecimiento y con garantías, solicitan un crédito y se quedan atónitas cuando el crédito es denegado. Esta cuestión, para nosotros, es una de las más preocupantes de la situación actual, porque si se limita la capacidad de crecimiento de las empresas que pueden hacerlo, el país puede entrar en una espiral regresiva de lo más peligrosa. Es por tanto vital entender lo que está pasando con el sistema financiero, para prever cómo va a afectar a cada uno. En este post, basándonos den el artículo “What went wrong”, publicado en The Economist March 22nd 2008, analizamos los errores del sistema financiero que han desencadenado esta situación.
Los sistemas financieros complejos:
Alan Greenspan, el otrora poderoso presidente de la FED, y bajo cuyos designios se movía la mayor parte del mundo desarrollado, dijo en 2005 la siguiente frase: “increasingly complex financial instruments have contributed to the development of far more flexible, efficient, and hence resilient financial system que one that existed just a quarter century ago”. Alan Greenspan desde luego abogaba por unos sistemas financieros que repartiesen el riesgo todo lo posible, y de esa forma los problemas puntuales serían absorbidos por el sistema financiero global. La idea era desde luego buena, pero tenía su parte negativa, y es que artimañas financieras descabelladas como los créditos “subprime” se difuminaban en el sistema sin que los que asumían este riesgo fuesen conscientes de ello. Consecuentemente, los productos financieros complejos contribuyeron a un colosal incremento de los negocios arriesgados como los subprime norteamericanos.
La filosofía del “laissez-faire” permitió a los servicios financieros “innovar” y extender sus productos por todo el mundo casi sin control alguno. Se creó un sistema complejo e interdependiente, globalizado, que nadie tenía posibilidad de controlar. El dinero una vez empaquetado en los productos financieros fluía y fluía entre entidades y países extendiendo los problemas como si de un virus financiero se tratase. El resultado final fue que un crédito inadecuadamente concedido en California era soportado por inversores en Corea del Sur, los cuales desconocían totalmente en lo que estaban invirtiendo.
Los banqueros y gestores de fondos de inversión se acusan ahora mutuamente de la situación, que hasta el momento ha tenido entre sus efectos más sonados la “muerte” del quinto banco de inversiones de Wall Street, el gigante Bear Stearn.
Para encontrar los orígenes de la actual crisis financiera debemos remontarnos a los años 80, cuando comenzó el boom de los servicios financieros que ahora parece haber llegado a su fin. Según un estudio realizado en Canadá por Martin Barnes de BCA Research, la industria de servicios financieros de Estados Unidos pasó de representar un 10 % a principios de los 80 a suponer un 40 % de los beneficios corporativos en el año 2007. El dinero fluía y fluía sin descanso – pero lo hacía de forma claramente insostenible puesto que sólo suponían un 15 % del valor añadido bruto de las corporaciones norteamericanas y tan solo un 5 % de los puestos de trabajo del sector privado. El sector vivió un crecimiento sin precedentes, generando rentabilidades del entorno del 14 %, desconocidas hasta la fecha. El punto de inflexión podemos encontrarlo en 2001, tras el estallido de la burbuja tecnológica, pues el crecimiento de la economía norteamericana se “desaceleró” a niveles no conocidos desde la década de los 50. Pero en ese momento, comenzó a desarrollarse un fenómeno, que aún continúa en la actualidad, y es la inversión financiada. Los inversores ya no eran personas con dinero, sino que eran personas con capacidad para endeudarse, y los bancos de inversión se convirtieron en máquinas para generar deudas, y todo ello fue posible por una situación coyuntural que generó dinero barato. Pero más pronto o más tarde, un mecanismo inestable como este se para, y lo mismo que creó un crédito barato en unos volúmenes sin precedentes, ahora lo corta, y la parada brusca llega cuando el dinero deja de ser barato. Los condicionantes internacionales hacen subir el precio del dinero, encontrando situaciones inéditas de un desfase muy significativo entre el interbancario y el precio oficial del dinero.
Podemos ver la crisis como un efecto de la desregulación de las finanzas, una excesiva liberalización que impulsó los niveles de crédito a cotas inimaginables. España, siempre presente en la prensa internacional estos días es mencionado en el artículo como un lugar que quedó bastante al margen de la crisis internacional de liquidez. Pero la industria financiera será un sector que quedará estancado durante unos años, y ello se debe a que su crecimiento se basó en unos fundamentos insostenibles.
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