Todos hemos oído la palabra colleja pero no todos saben que aparte del golpe en la nuca este término se refiere a una de esas plantas cuyas aplicaciones se están perdiendo.
La colleja silene vulgaris es una especie de la familia Caryophyllaceae, vive en pastizales algo embravecidos, cunetas, inmediaciones de cortijos y ermitas rurales, y en general terrenos algo compactados y no sometidos a laboreos anuales; no es raro verlas al pie de encinas u otros grandes árboles como olivos y chopos, donde la presencia de plantas espinosas cercanas, como las esparragueras, ayudan a protegerlas del diente del ganado. Tampoco faltan junto a los muros de las huertas, e incluso en alguna calle del casco urbano. Escasean en los hábitats más evolucionados como jarales, manchas y encinares. En general prefieren los suelos arenosos, donde sus raíces crecen con menos impedimentos, aunque aparecen también en los derivados de pizarras y otras rocas compactas, en las que se encuentra como inflorescencias en cimas terminales.
La colleja es una de las plantas nutricias autóctonas por excelencia en toda la región mediterránea, pudiendo consumirse las hojas y los tallos tiernos, incluso en crudo. Es una verdura muy fina, hasta el punto de que ni siquiera suele ser necesario eliminar el agua de cocción para consumirlas. El hervido previo es recomendable para reblandecer los tejidos de la hoja durante 5 o 10 minutos, aunque no es necesario. Puede emplearse en guisos, hervida, en ensalada o incluso en tortilla, bastando sofreir previamente las hojas, con o sin cocción preliminar. Su empleo como verdura tradicional se ha ido abandonando con el tiempo, probablemente por lo laborioso de su preparación, ya que las hojas deben separarse de los tallos una a una.
Como muchas otras especies mediterráneas seguro que podemos idear platos innovadores con la colleja, o recuperados del pasado, como la tortilla de colleja.
0 comentarios:
Publicar un comentario