Hay evidencias de que el estudio de las plantas medicinales tiene su origen en la medicina tradicional china, con una antigüedad de más de 4.600 años, aunque también fueron objetivo principal de las tradiciones farmacéuticas griegas, árabes y romanas. La conciencia del uso de plantas medicinales es el resultado de los muchos años de luchas contra las enfermedades debido a que el hombre aprendió a buscar remedios contra las enfermedades en la corteza, semillas, cuerpos frutales y otras partes de las plantas. El uso masivo de drogas sintéticas durante el siglo XX ha hecho aparecer problemas como las contraindicaciones, incluso la industria farmacéutica está cuestionada por su ánimo desmedido de ganar dinero, es por ello que antiguos remedios pueden ser una solución alternativa para muchas dolencias.
Esta foto la hice el 9 de agosto junto a la Aceña de la Borrega (Valencia de Alcántara – Cáceres), es una de esas plantas de usos perdidos en el bosque mediterráneo que me gusta documentar, podemos buscar la innovación en cosas aparentemente sencillas. En este caso hablamos del uso tópico de una planta venenosa. En España esta planta trepadora alcanza los 2-3 m de altura; es más común en la cordillera cantábrica, Sistema Central, Cataluña, Levante y Sierra Morena; pero también la encontraremos en algunas zonas de media montaña de Extremadura. Su hábitat típico son las umbrías con zarzales.
Debido a su naturaleza tóxica, la nueza negra (Dioscorea communis o Black Briony en inglés) no se consume, sino que se ha usado externamente como cataplasma para distensiones, contusiones y articulaciones inflamadas. Black Bryony también se utiliza para la irritación del intestino y como tónico para la caída del cabello, ya que mejora la circulación sanguínea en el cuero cabelludo. Las raíces, o tubérculo napiforme en cataplasma, curan contusiones y heridas y en friegas alivian el reuma, la artritis y la ciática; son rubefacientes y enrojecen la piel. Frutos venenosos, incluso mortales. Eventualmente se producen intoxicaciones graves en niños, que ingieren accidentalmente sus bayas, de un atractivo color rojo. La intoxicación cursa con intensa irritación de mucosas, dolor abdominal, diarreas y vomitos, acompañados de abatimeinto, somnolencia, escalofríos, incluso alteraciones respiratorias y coma.
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