En 1938, Guy Stewart Callendar publicó que el incremento del 10% del CO2 en la atmósfera, observado desde 1890 a 1938 (48 años de revolución industrial basada en la combustión del carbón) podría estar relacionado con la tendencia al calentamiento observado en el mismo periodo. Esa fue la principal contribución de Callendar, al proponer la teoría que vinculaba el
aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera
y el incremento de la temperatura global de la Tierra, se conoció
como efecto Callendar lo cual posteriormente derivó en lo que hoy es
el efecto invernadero. En aquel momento no se vio como algo negativo,
sino que Callendar consideraba que el calentamiento sería
beneficioso y que retrasaría la llegada de la siguiente glaciación. El efecto invernadero provocado por las emisiones humanas tenía se
fundamentaba en el efecto invernadero natural, que consigue que la
tierra sea un planeta habitable. Sin este efecto invernadero natural,
la temperatura de equilibrio de la Tierra sería de unos -18 °C. Sin
embargo, la temperatura media de la superficie terrestre es de unos
14 °C., una diferencia cercana a 33 °C que nos da una idea de la
magnitud del efecto del efecto invernadero.
La gráfica que proporcionamos en este post muestra la situación actual de la lucha contra el cambio climático, en la cual países de todo el mundo tratan de frenar el incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero que sigue produciéndose en la atmósfera con una gran rapidez, habiendo aumentado más de un 33 % desde 1.960. Pese a la magnitud de estas cifras y el consenso de la comunidad científica sobre lo que está ocurriendo hay mucha gente que aún se toma a la ligera el efecto invernadero, Callendar no hubiese sido uno de ellos.
En la gráfica puede verse que las actuaciones en Europa si están siendo efectivas, y en Estados Unidos están estabilizadas las emisiones pero no descienden. El problema como vemos está en Asia donde el vertiginoso crecimiento del continente ha generado que más de la mitad de las emisiones mundiales de CO2 provengan ahora de Asia, donde el 65 % de la humanidad se concentra en las zonas costeras del sur, en la India, oeste de China y Japón.
En los últimos años si parece haber una cierta estabilización de las emisiones pero es insuficiente aún. No hay que echar a Asia porque el problema es que la dependencia que tienen de los combustibles fósiles es muy grande y sobre todo fuera de China falta la tecnología necesaria para combatir el cambio climático. En todo Asia se requieren inversiones y tecnología capaz de descarbonizar la economía.
En China, según la experiencia que tengo de haber visitado el país cinco veces es que el problema de la contaminación ha sido tan acuciante en las ciudades que se están viendo obligados a tomar medidas. China se centró en el crecimiento económico en los últimos treinta años y hasta fechas recientes no ha empezado a abordar el problema ambiental que se padece en el país.
Para Europa la lucha contra el cambio climático va a propiciar que sea nuestro continente el que desarrolle las tecnologías necesarias, y pese al esfuerzo inversor acabe haciendo al continente mucho más competitivo. La descarbonización de la economía requiere intensas inversiones pero a medio plazo hace aumentar la competitividad al disminuir los costes energéticos.
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