El debate de alimentos versus
combustible ha tomado un nuevo giro. Desde hace años, se los han culpado a la rápida expansión
de la clase media de Asia en la subida del coste de los alimentos. Como
consecuencia de esta demanda se crearon mercados tan volátiles que los precios
han subido a niveles récord dos veces en cuatro años.
Un nuevo informe de la Comisión de Seguridad
Alimentaria Mundial (ver aquí)
encontró que el uso de granos como el maíz y el trigo para crear bioetanol, a
menudo se mezcla con gasolina para crear combustible para el transporte, ha
añadido 0,5 puntos porcentuales al crecimiento de la demanda mundial de
cereales, empujándola a un 1,8 % año del 1,3%.
En los aceites vegetales, que se
utilizan para producir biodiesel y dominan el mercado de Europa, el crecimiento
ha sido aún más pronunciado. Aunque el
uso de alimentos se desaceleró entre 1990 y 2000, del 4,4% al 3,3% de un año,
el uso industrial se disparó, por lo que en la década de 2010 aumentó de 11% a
24% del consumo mundial.
Este desarrollo espectacular de
la industria de los biocombustibles ha sido posible sólo gracias al apoyo público
masivo: subsidios, exención de impuestos y su uso obligatorio en la gasolina.
En contraste con la creencia convencional, el
estudio sostiene que sin los biocombustibles, la tasa de consumo de alimentos
en el mundo, excepto en la Unión Soviética (cuya industria ganadera se está
recuperando del colapso bajo el comunismo) es realmente lento. A pesar de un
aumento de la demanda de carne en Asia el aumento global es pequeño.
El argumento puede parecer ilógico. China y la población de la India en conjunto
representan casi el 40% del total del mundo y su rápida expansión crea cada vez
más bocas para alimentar. Es importante destacar que el crecimiento de sus
economías, también está creando una mayor demanda de carne, que tiene una
necesidad de producir hasta ocho veces más grano por kilogramo.
Sin embargo, como señala el
informe, la demanda de las economías ricas es mucho menos elástica que la de
los países en vías de desarrollo ya que la proporción de los presupuestos de
los consumidores que gastan en alimentos es mucho menor. Como resultado, el creciente consumo en los
países ricos es visto como mucho más influyente en la creación de la
volatilidad, ya que no reacciona tanto a las alzas de precios.
Debido a esto, el informe
concluye que "limitar el uso de alimentos para producir biocombustibles es
el primer objetivo que se persigue para reducir la demanda.
Esta no es la primera vez que la
ONU se posiciona en contra del uso de los biocombustibles. En un informe para el Grupo de los 20 reunión
de ministros de agricultura en junio con otros organismos, como el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, la FAO instó al G20 a eliminar las
políticas de subsidio a la producción de biocombustibles.
Pero esta nueva recomendación llega en un
momento en que tanto los EE.UU. y la UE están reconsiderando sus programas de
apoyo a los biocombustibles, tanto por su potencial papel en el alza de los
precios de los alimentos como por una credibilidad ambiental cada vez más
cuestionable.
Bibliografía: Report Links Biofuels With Food Prices.
August 4, 2011
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