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16 enero 2009

La dura prueba de la moneda única

La contracción económica vivida en España en el año 2008 ha dado como resultado la destrucción interanual de un millón de puestos de trabajo. La pérdida de riqueza que para el país supone tan aterradora pérdida de producción va a suponer que las cuentas de las empresas y administraciones públicas se sometan a una importante corrección. Si España tuviese que luchar contra esta crisis desde fuera de la moneda única, las medidas de emergencia que hubiese empleado el gobierno hubiesen estado claras, se hubiese devaluado la moneda para conseguir ganar la competitividad y el Banco de España hubiese rebajado los tipos oficiales a cotas próximas a cero. En medio de la crisis financiera internacional es posible que estas medidas no hubiesen tenido tampoco el resultado esperado, pues una moneda débil como la peseta hubiese tenido serios problemas para sobrevivir en solitario. Si una moneda tan poderosa como la libra esterlina lucha a duras penas por resistir su devaluación continua respecto al euro, e incluso economías sólidas como las bálticas han tenido que subir tipos de interés para sostener sus “coronas”, cabría preguntarse qué hubiese ocurrido con la peseta. La peseta lo hubiese tenido difícil para resistir el estallido de la burbuja inmobiliaria, pues es muy posible que el desplome inmobiliario hubiese originado una huida de capitales extranjeros que precipitase a la peseta en un pozo más profundo aún del que estamos. Los escépticos del euro (especialmente Gran Bretaña y Norteamérica) predecían en los 90 que la moneda única nunca llegaría a ponerse en práctica. El euro nació en un momento bastante duro, justo en plena crisis asiática; y nada más crearse comenzó a caer respecto al dólar y la libra, así que sus detractores lo llamaron moneda “toilet”. Pero todos aquellos analistas se equivocaron, ninguno imaginaba la fortaleza y estabilidad que el euro iba a adquirir en diez años. La fortaleza del euro Justo cuando la moneda cumple diez años, toda la zona euro se enfrenta a una profunda recesión, y los euro-escépticos vuelven a sacar pecho al prever en la zona euro una intensa destrucción de puestos de trabajo y actividad comercial. Entre los países que se mencionan como más afectados por la pertenencia a la moneda única, destacan sobre todo Italia, España y Grecia. Pero los costes de dejar el euro, y sobre todo la profunda devaluación que sufriría la moneda que se atreviese a salir del mismo, compensan el poco margen de maniobra que deja el euro a los países individuales cuya recesión está siendo más profunda. También es importante comentar lo que está ocurriendo con las monedas pequeñas en países periféricos a la zona euro. Se han dado cuenta de que es muy difícil para ellas resistir, y por eso cada vez aumenta más el número de países que intenta entrar en el euro. La única excepción es la libra esterlina, que pese a la devaluación sufrida en el último año, es la única moneda lo suficientemente fuerte como para resistir la convivencia con el euro. Pero ha sido muy recientemente, tras la tormenta financiera que siguió al colapso de Lehman Brothers del mes de septiembre, cuando las monedas con influencia global han manifestado su mayor fortaleza. La moneda única, es posible que necesite reformas para hacer las economías más flexibles y competitivas, pues estos mecanismos están faltando en Europa. Pero los que temían al euro debieron confiar en su principal valedor, el todopoderoso Bundesbank, cuya herencia en el control de la inflación ha sido heredada por el euro. Los esfuerzos por controlar la inflación en estos últimos años, aumentando los tipos de interés oficiales cuando la inflación presionaba, ha sido desde luego una política exitosa. Cierto es que las economías sobre-endeudadas, como la española, han sufrido la presión de los tipos, pero la zona euro se ha beneficiado de una inflación históricamente baja, y por tanto ha mejorado su capacidad competitiva respecto a otras muchas economías. En los últimos años, un buen número de economías boyantes no aplicaron medidas rigurosas de control de la inflación y ello conllevó pérdida de competitividad. La inflación hace un año era +6,9 % en China, +7,1 % en Hungría, +11,5 % en Rusia, +8,4 % en Turquía, +8,7 % en Pakistán, + 8,5 % en Argentina, +7,4 % en Chile, + 8,4 % en Sudáfrica y +20,7 % en Venezuela. En estos países, además de la pérdida de competitividad la inflación se ha escapado fuera de control incluso en recesión. La primera década del euro ha coincidido con un periodo de gran estabilidad económica y baja inflación – y por consiguiente bajos tipos de interés, pero también generó una infravaloración del riesgo por parte de los inversores, y ahora compañías e inversores están cargando con los efectos de haber menospreciado el riesgo en los últimos años. El euro se ha mantenido fuerte últimamente – en parte porque el BCE parece reluctante a seguir la política de tipos de interés cero de la FED. Otra de las tendencias que hemos observado últimamente ha sido el aguante del dólar ante la crisis de octubre. Cuando el miedo era grande, el dólar demostró que aún tiene importantes ventajas respecto al euro en ese tipo de situaciones. Bibliografía: Testing times. The Economist January 3rd 2009. The euro at ten. The Economist January 3rd 2009.

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