A finales del siglo XVIII existía un árbol justo al pie de una pared, una pared de madera y barro que en 1652 habían construido colonos holandeses en el bajo Manhattan. A la sombra de ese árbol se reunían intermediarios financieros y especuladores para comerciar, era el modo común de hacerlo en las ciudades europeas. Los judíos, que pronto detentaron el poder económico en Norteamérica, dieron origen a lo que hoy es el principal mercado financiero del mundo.
Wall Street ha hecho saltar la economía mundial en muchas ocasiones, a veces por méritos propios y otras por méritos ajenos (ver todas las crisis financieras); y en estos días asistimos a una actividad sísmica realmente inusitada. El motivo no es otro que la pronunciada caída que el precio de la vivienda está experimentando en Estados Unidos.
Según el artículo "Paulson´s pluck, publicado en The Economist September 13th 2008, la vivienda cae en Estados Unidos con fuerza (-15,4 % según S&P Case-Shiller National Index ó un -17,0 % según S&P Case-Shiller ten-city index). Consecuentemente, los préstamos hipotecarios en los que se basado el crecimiento de los bancos durante la última década no quedan garantizados por el activo que se utilizó como aval. Ya hablamos en el blog en marzo de lo que podría ocurrir (ver searching for plan B), y aquellas pesimistas previsiones se han mostrado más que realistas a día de hoy. Si las garantías valen mucho menos que el bien que avalan, el pánico se desata con rapidez.
Pero veamos que nos cuenta hoy The Wall Street Journal, diario que vive como nadie las turbulencias de la bolsa neoyorquina. El diario conservador, fundado en 1889, vivió de lleno el crack del 29, y es muy posible que por ello hoy utilice aquella terrible financiera para valorar lo que está ocurriendo hoy: "Worst crisis since´30s, with no end yet in sight". Si, la peor crisis financiera desde los años 30, y lo peor es que aún no se ve el fin. Queremos recordar que la crisis bursátil del 29 originó en los años 30 una depresión sin precedentes en la historia moderna, así que quizás WSJ está viendo ya lo que va a ocurrir en años venideros.
Volviendo al diario, la crisis que comenzó hace 13 meses ha entrado en una nueva y más seria fase. Las esperanzas de que el daño en el sistema financiero pueda ser contenido a un puñado de instituciones que arriesgaron más de la cuenta en la ebullición inmobiliaria, se han evaporado definitivamente. El problema original al que se achacaban todos los males – las hipotecas subprime – han visto surgir ramificaciones en otros ámbitos del sistema y la morosidad aumenta. El arrastre hacia el abismo que unas entidades provocan en otras, ha originado otro efecto no esperado: El miedo al compañero de viaje. Los partners de negocios que han trabajado tan fructíferamente estos años, no se fían ahora unos de otros. Nadie sabe los problemas de liquidez que presenta el vecino, y como puede ello afectarle si se acerca demasiado. El problema ya no es en sí la cuenta de resultados de la empresa, sino los efectos que sobre ella puede tener el descalabro de alguna entidad próxima. Los ejecutivos de muchas compañías han asumido las pérdidas, por eso dan órdenes de venta y repliegan su actividad hasta la llegada de tiempos menos turbulentos. Como consecuencia de ello los precios de las acciones caen sin parar generándose agujeros cada vez más profundos. Merrill Lynch ha sido comprado a precio de ganga por Bank of America, quien se lo diría a una compañía que desde sus treinta y cuatro pisos de oficinas casi controlaba el mundo. Las cifras que se barajan en estos colapsos financieros se salen de cualquier calculadora, y hacen que quiebras como la de Martinsa-Fadesa no sean más que pequeñas anécdotas.
Ha ocurrido lo impensable, el gobierno ultraliberal de Bush ha tenido nada menos que nacionalizar empresas para evitar el desplome total del sistema. Nadie sabe el coste que para la economía norteamericana y para el mundo tendrán estas acciones. ¿De dónde va a salir el dinero en un balance tan castigado como el de la administración de Bush? La situación ha llegado al extremo de intentarse que los árabes de Dubai adquiriesen el corazón del sistema financiero norteamericano, o incluso que lo hiciesen los chinos. Se ha olvidado que estamos hablando de regímenes autoritarios de lo más duros, pero eso no ha importando, la cuestión era salvar el sistema financiero. Pero chinos y árabes no han querido aliviar la agonía del gigante herido, y han preferido que sea la FED quien tenga que realizar tamaño esfuerzo. ¿Mantener tipos artificialmente bajos? ¿Inyectar miles de millones de dólares en el sistema?¿Nacionalizar empresas? ¿Qué repercusiones va a tener todo esto para la economía norteamericana y para el mundo? Quien iba a decir a Charles E. Merrill, quien fraguo su negocio en gran medida a sus exitosas inversiones en plena depresión del siglo XX, que su compañía iba a ser devorada de un plumazo en la primera gran depresión del siglo XXI. El viejo Merril consiguió transformar una pequeña tienda de ultramarinos en la tercera empresa de comestibles del país, y lo hizo solo, sin ayuda alguna. Ahora sus herederos, que lo tenían todo, han arruinado la empresa por emprender aventuras arriesgadas.
Pero volviendo al artículo de WSJ, los analistas van asumiendo que la crisis no se acabará rápido. Es ya la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, ya no hay duda alguna sobre eso. Mark Gertler, un economista de la New York University explica cómo estos tumultos financieros pueden infectar a la economía en su conjunto. En esta ocasión hay mecanismos políticos para luchar contra la Nueva Gran Depresión, algo que no ocurrió en la del 29. Pero claro, también hay que decir que la complejidad financiera actual, y las cifras de negocios que se barajan, harían parecer la Gran Depresión como una pequeña anécdota (en términos cuantitativos que no en sus efectos).
El sistema financiero de los Estados Unidos parece un paciente en cuidados intensivos. Todos intentan luchar contra la enfermedad, pero la enfermedad no deja de extenderse. El cuerpo presenta convulsiones, periodos de inmovilidad, y nuevas convulsiones al poco tiempo.
En unas cuentas públicas tan ajustadas, y sobre todo tan castigadas como las norteamericanas, el rescate gubernamental de AIG es también un hecho sin precedentes en la economía mundial.
La FED ha identificado la enfermedad, y esta consiste en un desequilibrio. Durante el boom del crédito y del consumo, las instituciones de crédito norteamericanas asumieron mucha deuda. ¿Qué importaba? En caso de dejar de pagar se embargaba la casa y encima se obtenían unos pingües beneficios. Pero claro, el problema llegó cuando siguiendo las más elementales normas de la economía clásica los precios de las casas se colapsaron. Ahora, muchos de los que pidieron préstamos no pueden pagar, y tampoco pueden vender. No olvidemos que los propietarios de viviendas en Estados Unidos están ahora mismo en medio de una masiva oleada de viviendas por impago, dos millones de viviendas pueden ser embargadas. ¿Pero para qué valen? Los que quieren comprarlas no pueden, y los que pueden para qué lo van a hacer, si es mejor esperar un par de años y probablemente las consigan a precio de ganga
Pero las cosas no quedan ahí, los economistas de Goldman Sachs Group, uno de los bancos de inversión que aún resiste, estiman que las instituciones financieras han perdido ya en todo el mundo un valor de 408.000 millones de dólares en el valor de sus acciones. Pero esto no parece ser aún bastante, las órdenes de venta se suceden, impulsando la crisis a un nuevo territorio. Según las estimaciones de Goldman Sachs, sólo las pérdidas hipotecarias del sector residencial supondrán unas pérdidas hasta el 2012 de 636.000 millones de dólares. Tan solo estas pérdidas pueden restar un 1,8 % al crecimiento económico de los Estados Unidos en los años 2008 y 2009.
Pero los inversores en fondos están teniendo sus propios problemas, muchos han pedido préstamos para invertir y ahora están teniendo dificultades. Es probable que los fondos lo pasen mal en los próximos meses, forzándoles a vender sus inversiones a un precio inferior al del mercado.
Entre las soluciones que se están estudiando, se ha barajado la bajada de los tipos de interés, pero esto no parece ser suficiente.
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