Hay un sentir general estos días de que la crisis bancaria era mucho más serio de lo que nadie hubiese imaginado, y ello conlleva que se haya desatado un cierto "sentir general", según el cual ninguno vamos a escaparnos de la situación. En el último número de la revista The Economist, un ilustrativo "I want your Money" deja traducir lo que está pasando. Paulson nos señala incisivamente con los ojos muy abiertos, y su cara empieza a dar miedo.
Tras el tsunami norteamericano de últimos días, las olas han llegado ya Europa. Los países bajos han sido los primeros afectados, y el gigante Fortis ha tenido ya rescatado con una nacionalización parcial que simultáneamente han lanzado Holanda, Bélgica y Luxemburgo. El tsunami pasó también por las islas británicas derribando los pilares de la octava joya de la corona financiera británica, Bradford & Bingley. Por la tarde, ya en Alemania, la ola atravesó el continente y la entidad alemana Hypo Real Estate Holding AG tuvo también que ser rescatada con inyecciones masivas de capital. Respecto a las cotizaciones, los bancos han sufrido hoy un descalabro de los que hacen época. Entre otras, Sovereign, participado por el Santander cae un 60 % y entra en el umbral del rescate, ING cae un 20 %. El propio Santander ha caído en un solo día más de un 50 % en Estados Unidos.
Pero volviendo al artículo de The Economist, queremos plantearnos algo clave. Independientemente de que los ahorros de los que no tienen nada que ver con la burbuja especulativa estén en riesgo real: ¿Quién va a pagar todo esto? La población sabe ya lo que tiene encima, y los terribles días que llegarán. Colectivos hasta ahora tranquilos como los funcionarios empiezan a dar por hecho una congelación salarial intensa, y de hecho muchas administraciones han empezado ya a aplicarla.
Pero volvamos al principio…¿qué está pasando?
El sistema financiero de Norteamérica tiene dos pilares que se están hundiendo: Su gran cartera de productos bursátiles tóxicos y la caída del precio de la vivienda. Ya lo hemos hablado varias veces, el problema es que se ha prestado dinero por algo considerando que su valor es mucho mayor al real. Y la falta de regulación del sistema financiero norteamericano ha provocado que esta operación haya alcanzado cifras colosales. El sistema financiero está sustentado por unos pilares que no avalan el valor de lo que se ha extraído al sistema, y el sistema simplemente está volviendo a su sitio.
Si bien ya desde finales de 2006 el riesgo de las hipotecas subprime era notorio en Estados Unidos, no fue hasta agosto de 2007 cuando tuvimos noticia de la magnitud del problema. Pues bien, las quiebras bancarias de las últimas semanas simplemente atestiguan que estamos ante un colosal problema de solvencia de todo el sistema financiero. Y las reglas del mercado funcionan, y el sistema simplemente se está contrayendo para alcanzar las dimensiones que debería tener.
El problema es que si el sistema financiero colapsa, el mundo quedará sumido en una crisis de una dimensión colosal. En efecto, la experiencia de lo que ocurrió en Japón en 1993, cuyo gobierno dejó caer al sistema financiero, es lo que tiene aterrorizados a los gobiernos actuales.
El Plan de Paulson es simplemente la única alternativa que tiene Estados Unidos para impedir que se produzca una reacción en cadena que haga caer al mundo en una segunda gran depresión. Para conseguir evitarlo, sólo hay una alternativa, que el estado compre toda la deuda contaminada. No hay compradores para esa deuda, y sólo el estado puede hacerlo.
Pero claro, si los diferentes gobiernos actúan como parece que van a hacer, para frenar la inevitable caída del sistema financiero, parece claro que los recursos estatales se agotarán, e incluso será necesario buscar recursos adicionales.
Si nos centramos solamente en Norteamérica, los 700.000 millones que pide Paulson suponen solamente un 6 % del P.I.B., una cantidad que parece grande pero muy pequeña respecto al 16 % que ya se ha tragado la crisis bancaria, y es insignificante si lo comparamos con lo que engulló la Gran Depresión. Todas las evidencias indican pues claramente que la única alternativa actual, pese a que también tiene sus fallos, es la aplicación del plan Paulson, es realmente la única forma de evitar por el momento caer en el abismo.
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