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30 marzo 2009

El Plan Obama: ¿Una carretera hacia el infierno?

Los que viven en las populosas ciudades de occidente muchas veces piensan que el mundo acaba en su ciudad, y eso les hace abstraerse de una realidad más amplia y profunda. En ese sentido, es sentir general que el mundo está endeudado, que todos vivimos únicamente para lograr el hito máximo, que en los días en los que el banco cobra nuestras deudas haya suficiente liquidez en la cuenta corriente como para satisfacer esa obligación mensual. Y así durante al menos los treinta próximos años de nuestra vida.
Pero este sistema de vida moderno, espoleado por una serie de burbujas especulativas que han hecho crecer la economía no productiva hasta el infinito, ahora se encuentra seriamente tocado. Finalmente el sistema ha demostrado que simplemente nos encontrábamos en una espiral especulativa que ahora ha estallado, y cuyos efectos permanecerán durante años en las economías modernas. Este mismo fin de semana el gobierno se ha visto obligado a intervenir en una caja de ahorros importante, CCM, y la intervención ha consistido en inyectar en torno a 9.000 millones de euros. Pero esta intervención no es más que un intento de solventar los problemas de liquidez de la propia caja, el problema de fondo va mucho más allá. El problema real del sistema financiero español es que su solvencia se basa en unas cuentas que son falsos. Una gran mentira que todo el mundo conoce pero que a nadie le interesa corregir: El valor de los activos inmobiliarios es muy inferior al declarado en los balances. Y el sistema financiero español se sustenta en exclusividad en el valor de los activos inmobiliarios que poseen los bancos. Los problemas de los bancos vendrán cuando se vean obligados a reconocer el valor real de sus activos inmobiliarios, en ese momento comenzarán los problemas reales de un sector que se sustenta en humo.
Pero en este artículo vamos a hablar de otro efecto de las deudas, y este efecto es la tentación actual que tienen muchos países endeudados en permitir que la inflación se acelere y ello mitigue la pesada carga de las deudas de sus habitantes. Si esto tiene lugar en países como U.S.A. o U.K. muchos inversores y pensionistas pueden sufrir dolor, y también los grandes bancos centrales como el Chino que invierten en deuda de Estados Unidos. En otros países que no tienen control de la moneda, y especialmente España, poco margen de acción queda al Banco Central local, y de hecho ya estamos entrando en deflación. No todos los países de la zona Euro tienen el mismo problema, y ello conlleva que sea difícil articular políticas que satisfagan a todos.
Los países más endeudados como Estados Unidos y Reino Unido están esforzándose al máximo para tratar de sacar a la economía de la recesión. Ambos han anunciado paquetes de estímulo fiscal, en los que Estados Unidos planea gastar 787.000 millones de dólares. Pero en ambos casos hay también una cierta relajación cuantitativa, y sus bancos centrales engrasan las máquinas para imprimir grandes cantidades de dinero, en parte para comprar la propia deuda del gobierno y también para cubrir sus déficits presupuestarios. Pero si las medidas de estímulo muestran signos de tener éxito y prevenir la deflación, tanto U.S.A. como U.K. se enfrentan a un nuevo dilema: cuándo y cómo parar y conseguir que sus déficits presupuestarios queden bajo control.
Si se esperan demasiado, pueden lanzar la economía en una espiral de precios debido a que los estímulos monetarios repercuten directamente en los productos y en los costes salariales – una posibilidad que ha levantado crecientes preocupaciones. Y estos planes de inversión están amenazando sobre todo a las monedas débiles. En la última semana, el Primer Ministro checo Mirek Topolánek definió al plan de Estados Unidos una "Carretera hacia el infierno"
Algunos analistas han ido más lejos al conjurar las imágenes de la Alemania de los años 20 y las de Zimbabwe a partir del 200, cuando la impresión de dinero para cubrir el déficit crónico acabó en hiperinflación. Las historias de terror sobre la hiperinflación comienzan otra vez a circular y los inversores se encuentran preocupados. El elevado endeudamiento de muchas naciones puede hacer aumentar la deuda neta de los gobiernos en casi un 100 % del producto interior bruto, pero eso es aún menos de lo que ocurrió en Japón, que no tuvo problemas en emitir bonos a pesar de las caídas en el rating de crédito. A un precio correcto, la deuda de países como USA y UK tiene muchos compradores naturales (fondos de pensiones). Pero más pernicioso es el coste político de hacer el pago de los intereses todo con nueva deuda. Pero Si los tipos de interés se elevan a un nivel moderado, los economistas estiman que los pagos de deuda anual pueden alcanzar el 4 % del P.I.B., una cantidad que equivale al presupuesto militar de Estados Unidos. Y ahí es donde viene el principal problema al que muchos países pueden tenerse que enfrentar en el futuro, la convivencia entre déficit público elevado y tipos de interés moderadamente altos. Ante esa situación los gobiernos se ven obligados a tomar decisiones drásticas de recortes de presupuesto que traerán mucho dolor en el futuro. El gasto público de hoy está modelando el escenario del mañana, un escenario en el que van a cambiar muchas cosas.
La presión de los pagos de la deuda tiene el potencial de alterar las actitudes hacia la inflación. Típicamente, los banqueros buscan a toda costa mantener la inflación bajo control, porque se ve como una tasa injusta que erosiona la capacidad de compra en la moneda del país.
Pero si un país en un país con deudas profundas – las familias de U.S.A., U.K. y España son las más endeudadas del mundo – la ecuación cambia: la inflación puede reducir la carga, porque el valor de los bonos y las deudas hipotecarias permanecen fijas, mientras que otras cosas como los salarios nominales, los ingresos por tasas y los precios de la vivienda tienden a elevarse.
La economía política para frenar la inflación puede no ser fácil en estas situaciones, y algunos analistas apuntan a que la inflación puede dispararse hasta un 8-10 % en Estados Unidos en tres o cinco años, y más pronto aún en el Reino Unido. Esto puede tener un gran impacto en los precios de los bonos.

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