El 23 de mayo del pasado año escribíamos un artículo sobre Islandia (Islandia ante el credit crunch), donde ya avanzábamos los letales efectos que el credit crunch estaba produciendo en Islandia. Este país fue hace unos años uno de las naciones más prósperas del mundo, pero años de especulación en torno al crédito barato acabaron originando un colapso financiero de los que acaban siendo mencionados en los libros de historia. Los efectos del derrumbamiento del sistema financiero ha acabado traduciéndose en un gran salto en el desempleo, la nacionalización de los bancos más grandes del país, y la destrucción de su moneda. Protestas masivas culminaron con casi un 2 % de la población del país manifestándose el pasado día 24 de enero a las puertas del parlamento de Althingi.
Su economía se ha contraído rápidamente, y la inflación se ha desbocado. La prosperidad de 2006 se ha transformado en 2008 en depresión, y eso ha sido un shock para una sociedad europea moderna. ¿Puede ocurrir algo así en los países más afectados por la crisis internacional? Analicemos lo que ha ocurrido en Islandia para averiguar cómo se ha podido llegar a esta situación.
Para encontrar las raíces de la crisis de Islandia, tendríamos que volver a 1991, cuando Oddson fue elegido como primer ministro en una plataforma cuyo objetivo era la liberalización de la economía. Oddson privatizó muchas compañías estatales, obteniendo unas ganancias para el tesoro islandés de unos 2.000 millones de dólares, una gran suma en su tiempo.
Pero la verdadera fiesta comenzó en la isla en 2000, cuando des-regularizó la industria financiera y vendió los bancos comerciales a inversores privados. Libres de cualquier obstáculo burocrático, los nuevos bancos comenzaron ansiosamente a dar hipotecas a bajos tipos de interés. La economía real experimentó un boom sin precedentes, y el valor de las casas se infló artificialmente. Los ciudadanos se sentían muy a gusto acumulando grandes préstamos ya que el desempleo era muy bajo.
Los bancos comerciales islandeses – Glitnir, Kaupthing, y Landsbanki – crecieron rápidamente apalancando sus portafolios hinchados de hipotecas. No conformes con el mercado nacional, los banqueros islandeses viajaron por el mundo buscando oportunidades de inversión. Y los banqueros de la isla compraron por el mundo todo lo que se podía comprar, desde almacenes de juguetes a líneas aéreas, pasando por equipos de fútbol. Las compras fueron usadas como garantías para otras adquisiciones. Pronto los tres grandes bancos dominaron la economía islandesa, y su capitalización de acciones alcanzó al 75 % del mercado de valores.
Muchos paralelismos encontramos entre la crisis islandesa y la acaecida en países como Estados Unidos o España. Muchos de los abusos de la industria bancaria norteamericana fueron también causados por la de-regularización. Los bancos de Estados Unidos fueron siempre privados, aunque fueron regulados por Glass-Steagall Act, en la era de la gran depresión, firmado para intentar limitar el fraude, la especulación y los conflictos de interés. En 1999, las últimas provisiones del acto fueron revocadas. A los bancos se les permitió establecer combinaciones con compañías aseguradoras y correidurías
Pero gran parte del valor de los bancos y de otros activos como los inmobiliarios no era más que una ilusión, creados por sutiles maniobras y fraudes. Entre los ejemplos que podemos mencionar destacamos la maniobra de un grupo de emprendedores conectados políticamente, que crearon corporaciones dirigidas a hacer negocios entre ellos mismos para magnificar el valor neto aparente
Cientos de millones de coronas fueron perdonados a personas que compraron acciones cuando el colapso financiero empezó a ser inevitable. Pero el ciudadano medio tiene que seguir pagando sus préstamos inflados incluso con ingresos reducidos.
Los mega bancos tenían poco control oficial, así que fueron capaces de acumular acciones por un valor de casi diez veces el P.I.B. de la nación islandesa. A pocos les preocupó que los bancos no pudieran ser salvados en caso de necesidad. Estas instituciones financieras prestaron a largo plazo y pidieron prestado a corto plazo, y el 80 % del capital se pidió prestado en monedas extranjeras. Se requiere frecuente financiación, pero no había problema en una era de crédito fácil.
Pero cuando la liquidez se secó en 2008, los prestamistas internacionales demandaban pagos. Ya que la mayoría de los préstamos se hicieron en monedas extranjeras, el Banco Central de Islandia no podía imprimir coronas para conseguir sacar a los bancos del atolladero, una opción que la Reserva Federal usó en Estados Unidos. Además, el déficit por cuenta corriente del país se traducía en que Islandia tenía pocas reservas en moneda extranjera para ofrecer a los acreedores extranjeros.
Los fraudes son fácilmente escondidos o trivializados durante un boom, ya que los inversores no suelen fijarse en los detalles. Incluso cuando los fraudes proceden de los bancos, raramente sufren una consecuencia mayor que el pago de una pequeña multa.
A pesar del ultraje a los votantes, pocos intentos hubo de reforzar la regulación del sistema financiero, ya que muchos de los reguladores ayudaron a establecer este sistema corrupto pues se beneficiaban de él.
Si comparamos el sector financiero estadounidense con el de Islandia, la principal diferencia es que el de la isla era mucho más grande en términos relativos, pero en algunos aspectos la situación es mucho más grave en U.S.A. El daño causado por los bancos islandeses quedó confinado a su pequeña población y a algunos ahorradores del norte de Europa, pero las pérdidas totales tan sólo ascendieron a 8.000 millones de libras esterlinas. Sin embargo, las corporaciones financieras norteamericanas extendían su alcance por todo el mundo, y ahí es donde está el problema. El coste estimado como necesario para comprar los activos problemáticos se estima ahora requiere una inyección adicional de 4 trillones de dólares (trillones norteamericanos), y lo peor es que este coste parece ampliarse cada semana. Y peor aún, debido a los trillones de dólares que los bancos norteamericanos han colocado en derivados, una institución como J.P. Morgan Chase es demasiado grande como para ser rescatada sin que el dólar entre en hiperinflación.
En principio la mayoría de los analistas no esperan una situación en Estados Unidos similar a la de Islandia, ya que el dólar es aún una moneda de reserva mundial. A pesar del enorme crecimiento en los agregados monetarios, el dólar es todavía una apreciada moneda para los pagos de mercancías.
En contraste, Islandia es un minúsculo país con una moneda independiente, que puede fácilmente ser zarandeada por los hedge funds y otros grandes especuladores. Con el transtorno económico y social actual, la corona es inútil para el comercio internacional, y además Islandia tiene ahora que soportar la carga de los préstamos en divisas que tuvo que pedir al FMI y a otros países escandinavos.
Dos de los principales indicadores de Islandia son el desempleo, próximo al 14 %, y el precio de los activos inmobiliarios que cae cada mes. También el P.I.B. está en negativo.
Este artículo ha sido redactado a partir del análisis de la economía islandesa realizado por Jennifer Barry, para Global Asset Strategist.
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