La recesión económica generalizada, o casi depresión (ver “El mundo se dirige hacia una recesión profunda”) nos hace volver nuevamente a profundizar en los análisis de las repercusiones del estallido de la burbuja del crédito general, e inmobiliaria en varios países. El desplome del valor de los activos inmobiliarios casi ha acabado paralizando la economía española, y es que el hecho de que los pisos bajen de precios es simplemente el fin del motor económico de España, y esto está ocurriendo, y además con fuerza (ver aquí). Está por ver qué ocurrirá cuando los bancos se vean obligados a anotar en sus balances. La banca es ya la principal inmobiliaria española, y ser el principal propietario de un activo que se devalúa con fuerza tarde o temprano acabará pagando factura a estas entidades. Que la banca se está quedando con toneladas de ladrillos a cambio de perdonar el crédito concedido a las inmobiliarias es de sobra conocido. Pero el proceso está alcanzando tales dimensiones que el negocio principal de los bancos ha pasado prácticamente a ser el inmobiliario.
El efecto más inmediato de lo que está ocurriendo en España está siendo la quiebra masiva de empresas y los recortes de plantilla, y el problema parece ser que no va a quedar relegado a España. Hoy mismo The Times publica que en el Reino Unido se ha incrementado un 124 % el número de compañías que han colapsado en los últimos tres meses. La profunda elevación de las quiebras a niveles no conocidos hasta ahora en un buen número de países es el modo en que el credit crunch está golpeando a las familias. Aquellos que se endeudaron incondicionalmente en los años del boom están ahora enfrentándose a un desastre financiero. Muchas economías se están poniendo a prueba hasta el límite, y uno de los principales causantes de las quiebras es el inmovilizado negativo. Si los activos inmobiliarios bajan de precio como lo están haciendo, las deudas no pueden siquiera satisfacerse liquidando las empresas. La economía se está contrayendo, lo cual hará que los precios sigan cayendo a la vez que el desempleo sigue aumentando bruscamente. Las personas que fueron más amigas de los créditos se encuentran ahora angustiadas por la pérdida de sus puestos de trabajo o por la disminución de la cifra de negocios. En algunas actividades el negocio casi ha desaparecido. Al menos durante todo 2009 la situación seguirá así, y quedan aún once largos meses de tribulaciones.
Y ante esta situación, si hay algo que está claro, es que los bancos no pueden aumentar la concesión de créditos, más bien contraerse aún más. La banca es un negocio privado que necesita dar créditos, pero siempre que haya garantías de devolución.
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