Este artículo nos enseña cómo funcionan las pequeñas empresas en Japón, y cuáles son sus éxitos y sus problemas. ¿Qué ocurre con las pequeñas empresas japonesas y cómo luchan por superar sus problemas? Una interesante lección para las pequeñas empresas españolas o latinoamericanas ya que en algunos aspectos el paralelismo con lo que ocurre en el resto del mundo es asombroso.
Las pequeñas firmas japonesas, con un capital inferior a 3 millones de dólares y menos de 300 empleados, representan el 99,7 % del país. Emplean alrededor del 70 de la fuerza laboral y cuentan con el 50 % del valor de la fabricación. Muchas de estas firmas se encuentran agrupadas en clusters, como en la ciudad de Higashi-Osaka. Se especializan en campos tales como la fabricación de equipos electrónicos, la ingeniería de precisión y productos químicos.
Como en Alemania, muchas de estas firmas anónimas, a menudo empresas familiares, presumen de haber desarrollado una tecnología de alcance mundial que permite tener éxito a las firmas de mayor tamaño. Esto es un buen ejemplo que demuestra cómo la I+D más interesante es la que se desarrolla en las empresas pequeñas, pues en innovación lo que realmente faltan son las ideas y no los presupuestos multimillonarios. En Japón las grandes firmas han dejado de ser la norma, y hay un amplio espectro de pequeñas diseminadas por todo el país. Pero aunque algunas están prosperando, lo cierto es que muchas se enfrentan a serios problemas de supervivencia.
En los últimos años las grandes firmas han puesto bajo presión a sus suministradores, forzándolos a recortar precios y aceptar márgenes menores. La mayoría de estas empresas pequeñas encuentran serias dificultades para resistir la presión de sus clientes de gran tamaño, ya que muchas de estas empresas dependen de un único cliente de gran tamaño. Vemos aquí un gran problema, contra el que debe luchar cualquier empresa afectada, y es la dependencia de un solo cliente o un número reducido de ellos. Gran parte del rebote de la economía que tuvo lugar en Japón en 2002 procedía del aumento de los beneficios en los exportadores y la industria conseguido a base de estrujar a las empresas pequeñas.
Los salarios se incrementaron ligeramente el pasado año en las grandes compañías pero se hundieron en las pequeñas. Y la productividad de las PYME en el sector de la fabricación (definido como el valor añadido por empleado) es la mitad del de las grandes compañías – y es incluso peor fuera del sector de la fabricación. De promedio, las firmas japonesas son un 30 % menos productivas que las empresas equivalentes en Estados Unidos. La industria de fabricación japonesa está sometida a una fortísima presión procedente de China, donde la calidad cada vez mejora más, los volúmenes son más grandes y los precios menores. La elevación de los precios de la energía y consecuentemente los costes del transporte solamente añade dolor a este problema. Solamente un tercio de estas empresas consigue beneficios actualmente en Japón, mientras que en las grandes empresas (que tampoco están para tirar cohetes) el número de empresas que consiguen beneficios llega al 50 %.
La debilidad de las compañías, como suele ocurrir en el resto del mundo, se alivia de manera pasajera a base de préstamos bancarios. Los políticos presionan a los bancos para que presten dinero a las empresas pequeñas de forma generosa. La cámara de comercio de Tokio ha detectado que el 70 % de los préstamos al comercio y la industria se hacen sin exigir garantías suficientes, lo cual pone también en peligro al sector bancario.
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