Uno de nuestros competidores más directos es Israel, y el motivo no es otro que al ubicarse el país en un clima mediterráneo, sus productos son bastante similares a los nuestros. En tecnologías relacionadas con la agricultura, por ejemplo, son nuestros más directos competidores junto con Italia. Por todo ello, vamos a analizar con detalle a qué se debe el milagro económico israelí de tiempos recientes. Podríamos remontarnos mucho más atrás en el tiempo, cuando los banqueros judíos soportaban económicamente a los reyes europeos y financiaban sus guerras, pero nos centraremos en la última década. La información cuantitativa la tomamos de “A special report of Israel”, publicado en The Economist Abril 5th-11th 2008.
Para un país acosado por las guerras, el poder económico de Israel es asombroso. Aun habiendo sido golpeado por la entifada durante los últimos años, con los costes en seguridad que ello conlleva, y la guerra del Líbano, el crecimiento durante los últimos cuatro años ha sido del 3 %. De hecho, si exceptuamos el bache de 2001-2002, el crecimiento es similar desde 1995, con un pico que superó el 8 %.
Pero los tiempos no han sido siempre buenos. Israel ha pasado años deshaciendo la economía socialista que durante años se implantó en el país. En 1985, reformas llevadas a cabo en el Banco Central y el Ministerio de Finanzas acabaron originando hiperinflación. En los años 90 una profunda mezcla entre la tecnología de comunicaciones militares, políticas que estimulaban a los emprendedores, las oleadas de ingenieros y técnicos que vinieron de la antigua U.R.S.S. y las esperanzas del proceso de paz permitió a Israel tener un papel dominante en el boom tecnológico. Apostar de una manera tan decidida por la tecnología, y la excelente base en ingeniería que consiguió, permitió al país alcanzar el increíble hito de tener más compañías en el NASDAQ que Estados Unidos o Canadá.
Otra política económica que se ha demostrado fructífera estos últimos años han sido las privatizaciones, las reformas en el sistema de pensiones y reducción del poder de los bancos en el mercado de capitales. Esta última medida impulsó el ahorro nacional. A partir de entonces se desarrolló el auténtico motor del crecimiento de Israel, fraguado en el crecimiento de las empresas hasta alcanzar un buen número de ellas el nivel de grandes compañías internacionales. Se desarrollaron empresas aprovechando los nuevos segmentos de mercado, por ejemplo Teva, el líder mundial en la fabricación de medicamentos genéricos. El desarrollo del capital humano, y su aprovechamiento dentro de la cadena del valor ha hecho de Israel la referencia para desarrollar proyectos tecnológicos. Los grandes fabricantes que necesitaban personal muy especializado buscaron instalar sus fábricas en Israel. Gigantes como Intel comenzaron a poner sus fábricas en Israel, en este caso para la fabricación de chips, y ahora otros países están siguiendo el camino. El país consiguió desempeñar un gran papel en ciertos nichos de la exportación, como son los medicamentos genéricos, las armas, y las tecnologías agrícolas y de tratamiento de agua. La falta de agua ha sido precisamente el estímulo que necesitaban para ser líderes en todo lo relacionado con el agua. Israel ha construido ya la desaladora más grande del mundo y diez plantas más están en proyecto. No obstante, algunos sectores tradicionales de Israel, como la fabricación de maquinaria, productos químicos, textil y alimentación no consiguen despegar. El motivo puede ser que la productividad en estas actividades es la mitad que en Estados Unidos.
El boom de internet también ha sido capitalizado por Israel, y la gran innovación del siglo está siendo desarrollada en innumerables proyectos. Siete universidades tienen presupuestos de investigación que superan los 100 millones de dólares, mientras que el poderoso Instituto de Tecnología de Massachusetts sólo consigue arrancar 950 millones de dólares de las arcas del gobierno.
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