La burbuja inmobiliaria española ha estallado, es un hecho innegable; y a juzgar por sus demoledores efectos, parece haber cogido a casi todo el mundo por sorpresa. La burbuja fue negada hasta la saciedad, y ello hizo que gran parte del tejido productivo relacionado con la construcción fuese pillado con los “almacenes llenos”. No se quiso advertir a la población de lo que estaba ocurriendo, y ahora los efectos van provocar que miles de de empresas desaparezcan arruinando a un increíble número de personas individuales y empresas. El partido del gobierno, la oposición, los bancos, los medios de comunicación,…; todos pronosticaron un “aterrizaje suave” que estimuló a que las empresas siguiesen invirtiendo con fuerza. El crecimiento siguió un par de años más pero el frenazo fue mucho más brusco de lo previsto. Todos creyeron lo que se les contaba. ¿No había precedentes?
Cierto es que el estallido de la burbuja inmobiliaria española ha visto magnificados sus efectos por los efectos colaterales de otras burbujas inmobiliarias internacionales, y por la crisis de liquidez originada en el sistema financiero internacional, consecuencia de la disminución del valor de los activos inmobiliarios (ver Análisis en español del report “The Economist” sobre la crisis de España).
El fenómeno histórico de las burbujas especulativas y sus consecuencias
The Economist December 20th 2008 nos habla en un magnífico artículo, “The beauty of bubbles”, de algunas de las burbujas especulativas más importantes, de sus efectos, y de sus consecuencias. Vamos a utilizar sus datos para hablar de las burbujas y sus consecuencias. Ya hablamos en otro artículo de las crisis financieras (ver Las crisis financieras…la comparativa definitiva), pero en esta ocasión vamos a centrarnos en las relacionadas con el sector inmobiliario y otras similares.
A la vista de la profusión de información que se ha publicado sobre este tipo de burbujas, parece evidente que los “expertos” tenían que conocer las burbujas especulativas y sus consecuencias. Datos y más datos, libros y más libros, las causas, el desarrollo, y el desenlace de las burbujas. Siempre igual, una y otra vez se repite el fenómeno. Cuando han desaparecido las generaciones que sufren una burbuja, las siguientes generaciones entusiastamente se dedican a hacer crecer una nueva hasta que la burbuja estalla en seco. Porque eso si, las burbujas siempre estallan en seco.
La burbuja inmobiliaria de Miami de 1925
En 1925 se puso de moda Miami, y los especuladores desembarcaron con la alegría que caracteriza este tipo de desarrollos, y pronto convirtieron la zona en el punto inmobiliario más caliente del país. Los compradores sólo tenían que poner el 10 % en la compra de lofts, y las ventas se sucedían sin límite. Pero los especuladores no tenían intención de esperar mucho tiempo para obtener beneficios, y simplemente se deshacían de sus propiedades para comprar otras.
Sólo unos pocos vieron venir el problema y se retiraron a tiempo, aún en el momento en que los diarios estaban aún inundados de anuncios inmobiliarios. Algunos avisaron de lo engañoso de algunas promociones y de lo inflado de los precios, pero nadie había visto entrar tanto dinero en Florida nunca y todos consintieron lo que estaba ocurriendo.
Pero en el invierno de 1925-26 el número de visitantes cayó, y lo hizo igualmente el número de transacciones. Los depósitos bancarios cayeron un 75 % y las quiebras aumentaron un 600 %. El valor de los nuevos proyectos se desplomó desde $101m a $13m. Poco después llegó la Gran Depresión y las cosas empeoraron hasta límites que nadie había previsto.
El boom del ferrocarril en Gran Bretaña en la década de 1840
The Economist nos habla de varias burbujas más, entre las que destacamos por la singularidad la burbuja del ferrocarril en Gran Bretaña. En la década de 1840, el país vivió una auténtica fiebre por construir ferrocarriles. Los promotores presentaban cientos de proyectos al Parlamento y todo el mundo quería invertir en trenes. La gente compraba acciones de las promociones, y luego las vendía, creándose otra burbuja de dimensiones colosales. En 1847 las inversiones en ferrocarriles ascendían al 7 % del P.I.B. del país. Pero en 1947 la moda desapareció de golpe y muchas líneas no se materializaron. El negocio también se desplomó de la noche a la mañana, coincidiendo con un periodo de subidas en los tipos de interés. Las subidas periódicas de los tipos de interés tienen un efecto directo de acabar con cualquier burbuja especulativa.
Lo que si está claro es que el ferrocarril británico no sería lo que es si en esfuerzo de aquellos inversores que acabaron arruinándose. Si bien se acabó construyendo menos, el parlamento acabó aprobando 15.000 millas de nuevas líneas de ferrocarril. Hoy en día Gran Bretaña sólo cuenta con 11.000 millas, así que podemos imaginarnos de lo que aquello supuso.
Boom de las telecomunicaciones en los 90
Otra de las burbujas mencionadas en el artículo es la de la fiebre por invertir en telecomunicaciones de los años 90. El auge de esa actividad tuvo tal intensidad que en varios años absorbió el 1-1,5 % de los ingresos de Estados Unidos. Pero las acciones un día invirtieron su camino ascendente, y los inversores aún recuerdan sus funestos efectos. En esta burbuja los inversores se adelantaron a la demanda real de fibra óptica y la inversión privada logró en poco tiempo lo que hubiese sido imposible con financiación pública. Internet no sería lo que es hoy, de hecho ni siquiera dispondríamos de banda ancha, si no hubiese sido por aquellos entusiastas inversores que acabaron perdiendo su dinero.
El artículo concluye analizando en detalle este fenómeno, y coincidiendo en dos cosas. Todas estas infraestructuras se construyeron con un coste mucho más caro de lo normal, pero lo cierto es que si no hubiese sido por las burbujas estas infraestructuras no existirían. No deja de ser un poco sospechoso que cuando se necesitan infraestructuras que los gobiernos no pueden financiar aparezcan estas burbujas especulativas que desaten la fiebre inversora, y cuando la burbuja ya ha pasado, lo cierto es que el país dispone de unas infraestructuras envidiables. En fin, no sabemos como acabará todo esto, pero lo que está claro es que las generaciones futuras de españoles van a encontrarse con viviendas en abundancia, un el sector turístico perfectamente dotado, y desde luego un imponente parque de generación de energía mediante fuentes renovables. Y lo mejor de todo, el estado no ha puesto un euro.
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