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13 diciembre 2008

El lujo neoyorquino a precio de saldo

Para saber orientar nuestro negocio comercial, nuestro pequeño negocio, es vital conocer cómo van adaptándose las tendencias a la situación de recesión económica que vive el mundo. Si nos equivocamos es muy posible que las estanterías de nuestra zapatería o tienda de complementos queden llenas. Y si fabricamos, las nuevas tendencias del mercado pueden hacer que nuestro stock desaparezca o alcance niveles peligrosos. Ya hemos visto en un artículo amplio (Ver "Guía práctica para sobrevivir en recesión") que son muchos los cambios de hábitos que se producen en periodos de fuerte contracción económica, y en Todoproductividad trataremos de ir analizándolos en detalle.
En otros artículos hemos hablado del afán que durante años se ha ido extendiendo por adquirir objetos altamente cotizados (ver "¿Es rentable invertir en vinos?"). También hemos visto que ciertos segmentos de mercado de productos de gama alta parecían estar tambaleándose ("¿La burbuja del arte a punto de estallar?). Pues bien, parece ser que se va confirmando el intenso deterioro que está sufriendo el sector de venta de productos exclusivos. Ya ocurrió en la Gran Depresión, y puede estar ocurriendo otra vez, sin que las enseñanzas del pasado hayan servido para tomar medidas eficaces de prudencia en el presente.
Analizamos en este artículo cómo se está comportando un indicador destacable sobre los nuevos hábitos que la población adquiere para adaptarse a la recesión, y es el sector del lujo, que tradicionalmente se considera algo más estable ante los vaivenes económicos. Para ello, nada mejor que viajar a New York, y averiguar lo que allí está ocurriendo, y en esta ocasión lo hacemos acompañados por los datos más candentes que nos proporciona "The New York Times", pues la prensa neoyorquina recoge estos días con asombro muchos artículos sobre lo que está ocurriendo en la Quinta Avenida. Esta navidad parecen temblar los cimientos de los edificios donde los Tifanny pugnan con los Cartier por conseguir los metros cuadrados de mayor prestigio, donde los hoteles más famosos como el Plaza se hacen hueco en las cámaras de los turistas pugnando con la catedral de St. Patrick; y justo en el sitio donde se encuentra Empire State, el edificio más carismático de la ciudad.
"The world is a strange place right now", dijo un vendedor en Berfdorf Goodman hace unos días; y es que los profesionales de la Quinta Avenida se sorprenden que pese a los descuentos del 40 % que ya se están aplicando en plena campaña de navidad las ventas no se estimulen en las tiendas caras. Pero si los descuentos en Bergdorf son importantes, están aún lejos de otros descuentos que están teniendo que aplicar vendedores de objetos de lujo en toda la ciudad.
En un movimiento que hizo tragar saliva a sus competidores de la Quinta Avenida, Saks hace descuentos en complementos de lujo de hasta el 70 %.
Si bien otros años se han lanzado campañas agresivas de precios en Navidad, los descuentos están siendo especialmente importantes en este año de recesión, ya que los tiempos duros han obligado a hacer bajar los precios de las grandes marcas a límites insospechados. La moda italiana está ahora de saldo en New York, y los "Valentino", los "Loro Piana" o los "Comme des Garçons" se cotizan muy bajo estos días. En privado, los vendedores del lujo admiten sin pudor que están muy asustados por la severidad del año que acaba, y por la mayor severidad aún que parece atisbarse en el año que empieza.
Un informe de MasterCard ha mostrado que las ventas han caído un 24,4 % en noviembre en relación con el año anterior, y lo peor es que todas las gráficas parecen indicar que la profunda caída en las ventas va a continuar. Los pocos compradores que quedan están consiguiendo los descuentos que nadie soñaba: Botas de Christian Louboutin marcadas a 1195 dólares cuestan ahora 720 o bolsos de Marc Jacobs han reducido su precio desde 1250 a 629 dólares. Toda una fiesta para los pocos que pueden hacer funcionar a las cajas registradoras.
Si hay algo que caracteriza el semblante de los responsables de estos excotizados bienes es el dolor, pero no hay otro remedio, o caen los precios o simplemente hay que cerrar. Pero claro, los compradores habituales del lujo, y los ciudadanos en general, andan también muy mosqueados al valorar los márgenes estratosféricos de estas tiendas de lujo, y muchos reflexionan sobre si no se ha estado vendiendo humo. ¿Cuál es el margen real de estos objetos de lujo?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No creo que el motivo de la bajada de ventas sea el "mosqueo"...

El lujo es un sector del mercado que está ahí, en un mundo libre, para los que tengan acceso a él y -obtenga los márgenes que obtenga- es respetable y tiene su sentido. Si ahora las ventas bajan, será porque el cliente habitual de ese sector tiene miedo y no compra.

En cuanto a los ciudadanos en general, yo encuentro que aquí en España la gente se regula el presupuesto de maravilla. A mi alrededor, la gente no ha cambiado sus hábitos y siguen comprando y saliendo (estoy hablando, al menos, de los que tienen empleo e ingresos fijos). Recortan de un lado, tiran de otro y se adaptan bien a la crisis. Y la verdad, no me extraña, porque con los políticos desastrosos que tenemos, llevamos años de aprendizaje y de hacer virguerías con presupuesto de mileuristas...Casi que cualquier ciudadano de a pie podría dar lecciones de cómo gestionar un presupuesto en tiempo de vacas flacas.

Lo que sí hay es un miedo nuevo a perder el empleo. Y ese miedo hace también que alguna gente con dinero para gastar, ahora no se lo gaste...

Lo que me parece sorprendente es que este miedo, que está ya en el ciudadano de a pie, se haya contagiado a los que tienen dinero y no deberían por tanto intranquilizarse.

Yo me incluyo entre los que siguen gastando y consumiendo porque el miedo no me parece nada saludable, ni a nivel personal, ni a ningún otro. Al cabo sólo el consumo sigue reactivando la economía, si me apuras aún más, que las inyecciones de liquidez a bancos...

Nadie sabe qué pasará después, pero tampoco nos vamos a amargar por eso, que hay que seguir viviendo. Y hemos demostrado, hasta la fecha, que tenemos una enorme capacidad de adaptación.