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20 abril 2009

Las briquetas de banana como combustible para países en vías de desarrollo

En Ruanda, unos dos millones de toneladas de banana se cultivan cada año, pero la fruta es sólo un pequeño porcentaje de lo que la planta produce. El resto – pieles, hojas y tallos – simplemente se dejan pudrir como residuo. Pero ahora, un reciente proyecto de investigación de la University of Nottingham está buscando métodos para usar de forma efectiva los residuos que producen las bananas. El objetivo es buscar métodos simples para producir briquetas que puedan quemarse para cocinar y producir calor.
El objetivo de la Facultad de ingeniería no es producir briquetas en sí, sino hacerlo de forma que se use la mínima tecnología y herramientas. Parecen haberlo conseguido, lo cual puede abrir el camino para usar este sistema en comunidades de África.
En primer lugar, las pieles y hojas de banana se machacan para formar un puré y ello se hace de forma tan sencilla como utilizando una picadora de carne doméstica. La pulpa se mezcla luego con serrín para crear un material moldeable – en Ruanda se mezcla con tallos de banana secos al sol, asegurando de esta forma que se use toda la planta.
Por último, la mezcla de pulpa se comprime en forma de briquetas y luego se cuece en un horno a unos 105 grados. Por último, en África el combustible se dejaría secar unos días al sol. Una vez secas, las briquetas son un combustible ideal, y al quemarse producen un calor continuo y consistente muy conveniente para cocinar. Un gran problema en los países en vías de desarrollo es que la gente deforesta grandes extensiones de tierra cada año, y parte de esta deforestación se debe a la necesidad de obtener leña. Además del daño medioambiental producido, las mujeres tienen que emplear mucho tiempo tan solo para colectar leña.

Más información aquí.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Señalar además que además se envita la formación de gases como el metano, que se produciría si la materia orgánica fermenta en montones de forma anaerobia.
El metano es tiene un potencial de destrucción de 20 veces mayor que el CO2 que se produciría al quemar las briquetas.