¿Pero puede realmente entrar un estado en quiebra?
Todo depende de la relación gastos-ingresos del estado, y el problema es que en muchos países los ingresos de las administraciones públicas caen a la vez que los gastos crecen sin cesar. España es lamentablemente uno de los países del mundo donde la crisis internacional está afectando con más fuerza (ver "España, el lugar del mundo con más riesgo de deflación según "The New York Times"), y ello se está traduciendo en un déficit público desmedido que nadie sabe hasta dónde podrá llegar. No es España el único país en el que el déficit público amenaza la cuenta de resultados del país, y en el artículo que comentamos hoy (ver "Bankrupcy for Britain") es Gran Bretaña otro de los estados afectados. Las alarmas han saltado en el Reino Unido cuando las agencias de calificación han arrancado del rating de la deuda soberana una de sus estrellas, un proceso por otra parte ya vivido en España. El miedo actual es que el déficit presupuestario pueda costar una auténtica fortuna a los contribuyentes británicos. Y lo que ocurre a un estado cuando se baja su rating de la deuda soberana no es otra que el alejamiento de los inversores privados, que simplemente no ven que el negocio sea seguro y se alejan del mismo. Si no hay inversores privados, los países con deuda devaluada no tienen otra opción que solicitar inyecciones de liquidez al Fondo Monetario Internacional, algo que ya ocurrió en Gran Bretaña en 1976. Un paralelismo con las amenazas que sufren estos países lo encontramos en Islandia (ver "Enseñanzas del colapso económico financiero de Islandia"), un país en el que la confianza del inversor se evaporó. La libra se encuentra también actualmente en una situación de zozobra. En Islandia ya ha pasado la etapa de manifestaciones en las calles y de alborotos. Ahora estamos en el periodo de resignación ante los ajustes duros que los islandeses no han tenido más remedio que aceptar. La corona islandesa, el mejor barómetro de la nación – ha caído a la mitad contra las principales monedas desde finales de 2007, e incluso contra la enfermiza libra esterlina ha caído un 60 %. Esta devaluación ha hecho que la inflación suba al 15 % desde el 7 % en que se encontraba hace un año. Los salarios, en contraste, se han elevado solamente un 6,7 %. Así que el pobre islandés ve como los costes suben el doble de lo que lo hacen los salario. En Islandia las colas del paro se han alargado desde el 1 5 al 9 % de la fuerza laboral en el último año, una cifra por otra parte sorprendentemente exigua respecto al 17 % que actualmente padece España. Pero incluso aunque los precios al consumo están subiendo, los precios de los valores se están hundiendo. El mercado de valores se ha hundido virtualmente sin traza. La capitalización total del mercado se ha hundido completamente hasta caer un 98 % en términos de dólar respecto al pico de 2007. La vivienda cae también a una velocidad de dos dígitos en términos reales. El fenómeno que vimos hace un mes en Europa del este (ver "La lucha por la supervivencia de las monedas bálticas y el euro como inversión") es que una parte de los islandeses pidieron los créditos en moneda extranjera y sus deudas subieron a la estratosfera. El P.I.B. islandés va a menguar otro 11 % este año. Pero las cosas en Islandia pueden estar cambiando rápidamente, pues la economía del país es muy flexible. Los islandeses están bien educados y rápidamente reorientan su actividad y cambian de trabajo. Cuando se pide dinero al FMI, hay que estar preparado para lo que viene después, que no es otra cosa que un intenso recorte de los derechos sociales de la sociedad del bienestar. Pero los resultados están viniendo rápido, los tipos de cambio se están estabilizando y la inflación está desacelerándose.
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